«The Handmaid's Tale»: ¿Pornoviolencia o feminismo?

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La segunda temporada de la premiada serie de HBO  recibe críticas por el exceso de torturas y sufrimiento

26 may 2018 . Actualizado a las 01:25 h.

Fue alejarse del paso seguro de la obra literaria de Margaret Atwood y todo se oscureció. La serie de televisión El cuento de la criada que en su primera temporada logró convertirse en una abanderada del alegato feminista, atraviesa, en el ecuador de su segunda entrega, un momento ingrato. Muchas voces se han alzado para criticar el exceso de violencia en estos primeros episodios que consideran gratuita e incluso agotadora. Muchas fans de la serie (la siguen en su mayoría mujeres) han hecho saber en las redes sociales que la abandonan, que la experiencia de seguir la trama, antes inquietante, se ha convertido ahora en traumática.

Si la primera temporada se consideraba casi de obligada visualización por todo el que fuera simpatizante del movimiento feminista, ahora la percepción de la serie ha cambiado totalmente y se les critica que hayan querido hacer un espectáculo del sufrimiento, convirtiendo las violaciones, abusos y esclavitud de las mujeres en un show capaz de lograr audiencias millonarias. Un exhibicionismo puro y duro.

Elisabeth Moss, productora y actriz protagonista de la serie, ha rechazado estas críticas y defiende que la violencia mostrada en las imágenes no es gratuita. Y ha sido muy clara en su respuesta: «Odio escuchar que alguien no puede ver la serie porque es demasiado terrible. No lo digo porque me importe si ven mi show o no, eso me da igual, si no porque me pregunto: ¿de verdad? ¿no tienes valor para verlo? Esto está pasando en la vida real. Despertad, gente, despertad», declaró a The Guardian. También el productor Bruce Miller en una entrevista concedida al Huffington Post señaló que considera que la serie da un mensaje optimista. «Siempre pensé que la serie es esperanzadora porque nuestro mundo no es Gilead», dice. «Siempre pienso que si Defred (personaje interpretado por Elisabeth Moss) pudo plantarse y tratar de cambiar el mundo, ¿que es lo que hago yo en el sofá? Debería ser capaz de cambiar las cosas en mi mundo», continúa Miller.

Pero lo cierto es que una vez que las imágenes empiezan a desfilar ante tus ojos esta interpretación esperanzadora no se sostiene. Los capítulos de la nueva temporada son oscuros, en especial la trama que se desarrolla en los campos de trabajo de las colonias (agua contaminada, dientes y uñas que se caen), y algunas de las escenas se recrean en generar la angustia del espectador. Un espectador que no es el del perfil habitual de las películas violentas (no es el mismo que sigue embelesado las matanzas de Juego de tronos) y que por tanto se siente agredido por ciertas secuencias y aprieta el botón de pasar rápido para dejar de sufrir. Ya nada se deja a la imaginación, todo se explicita con ruda crudeza. Y además se repite una y otra vez, sin dar al espectador ni un alivio visual.

El sexo, por ejemplo, es siempre violento, duro, incluso en las escenas en las que se trata de relaciones consentidas y deseadas por la pareja involucrada. La belleza visual casi pictórica de la primera temporada deja paso a un entorno más sucio y el lirismo de los monólogos que Margaret Atwood escribió, con maestría, para su protagonista, desaparecen. La poesía y el mundo intimista que definían la creación literaria y que con tanto acierto se pasó a la serie, se ha perdido.

Pero no todo es malo. Lo mejor de lo visto hasta ahora (hay que recordar que la temporada, que tiene 13 episodios, no ha acabado y que podría deparar giros y sorpresas) son las referencias al pasado. Ese mundo en que las mujeres todavía eran libres, pero en el que ya se veía acercarse el peligro del totalitarismo. Aquí aparece el personaje de Holly ( Cherry Jones) la madre de Defred (incluido en el libro y que no había salido en la primera temporada). Una mujer feminista implicada activamente en la lucha que observa con desencanto el nulo compromiso de su hija.

Todavía no hay referencia en la serie al escalofriante epílogo que cierra la novela de Atwood. Este recoge una conferencia de Estudios de Gilead, en el año 2195, en el que un hombre presenta comentarios al testimonio de Defred, poniendo en duda su veracidad. Pero ya se prepara una tercera temporada. Así que habrá que seguir mirando, aunque sea con un ojo cerrado. Bendito sea el fruto