Cinco años. Ese tiempo necesitó tras la muerte de su marido, Pepe Sancho, para ponerse a escribir «La memoria de la lavanda», que tiene como punto de partida una pérdida. Ya está entre los más vendidos
17 may 2018 . Actualizado a las 15:32 h.Describe «La memoria de la lavanda» como su novela más personal y emotiva. «La escribí con las emociones a flor de piel», asegura Reyes Monforte (Madrid, 1975). Hasta ahora nunca había narrado en primera persona y la usa para meterse en la piel de Lena, que ha perdido a su marido.
-Muerte y duelo están muy presentes en la novela, pero también deja un lugar para la esperanza.
-Este libro nace de una situación de pérdida de la persona amada, pero realmente es una historia de amor. Es una gran fotografía en donde todos salimos retratados porque todos hemos perdido a alguien a quien queríamos mucho. Es un libro sobre cómo es la vida en mitad de una pérdida, cómo se gestiona el vacío y la muerte de un ser querido, cómo se gestiona la memoria, el recuerdo, las fotografías que quedan... Es una novela de sentimientos, de emociones. Nace de una situación triste, como es una pérdida, pero quiere dejar claro que al final del túnel siempre hay una esperanza. No debemos tener ese miedo a la muerte que hay en esta parte del mundo occidental. Deberíamos terminar con ese tabú de la muerte y de lo que pasa después.
-Siempre ha dicho que toma hechos reales como punto de partida. Usted pasó por la experiencia que narra al perder a su marido, Pepe Sancho. ¿En qué momento tuvo claro que el duelo y la muerte podían serlo?
-Hace cinco años que perdí al amor de mi vida, a mi marido. Creo que en ese momento ya se empezó a gestar esta novela. Es ficción, con personajes de ficción, que no tienen nada que ver conmigo excepto en el cuadro emocional. Recuerdo que a los dos años un editor me propuso escribir sobre ello. Lo intenté pero era imposible, no me salía nada, era un desastre y aquello no tenía forma de novela. La dejé en la mochila porque sabía que algún día lo lograría. Después, fue por casualidad. Me invitaron hace dos años unos amigos a vivir el Festival de la Lavanda y, al estar ante mil hectáreas de campos de lavanda, encontré el escenario, que era lo que me estaba frenando.
-¿Cuánto le ha prestado a Lena, el personaje protagonista? ¿Si no hubiera pasado por esa situación el resultado sería el mismo?
-No, no creo. Pienso que no se hubiese escrito igual. Es una ficción, pero es verdad que tú tienes que crear unos personajes y dotarlos de una biografía vital, pero también de una biografía emocional. Yo, desgraciadamente, no tuve que recurrir a nadie para que me explicase cómo se vive en mitad de la pérdida. Suelo decir que Lena tiene mi mirada, pero no mis ojos.
-«Lo mejor que te puede pasar en la vida es amar y ser amado. Y perder esa sensación es mucho más doloroso que no tenerla nunca», escribe. ¿Vale la pena perderse el amor para evitar el sufrimiento?
-Siempre merece la pena el recuerdo y la memoria, siempre es mejor echar de menos algo muy grande que te ha pasado que no haberlo vivido nunca.
-¿El tiempo lo cura todo o, como dice Lena, las pérdidas se arrastran y no desaparecen?
-Y tampoco se superan. Tú no superas una pérdida, la sobrellevas como puedes. El tiempo no cura todo, lo suaviza porque de no ser así no podrías vivir. Hay que seguir como homenaje a la persona que ya no está. Las pérdidas se arrastran y no se olvidan, pero todo eso entra dentro de la memoria.
-¿Ve posibilidades de que «La memoria de la lavanda» siga los pasos de «Un burka por amor» y «La infiel» y llegue a la televisión?
-Sí, porque es muy visual. Es una fotografía en la que terminamos retratados todos porque a todos nos va a tocar pasar por un duelo. Es una gran historia de amor y por eso es una gran pérdida. Las emociones son las que nos igualan a todas las personas. Hoy estamos faltos de emociones y de poder hablar de ellas sin ningún complejo. No nos tiene que dar miedo decir que algunas veces lo pasamos mal. Ojalá que «La memoria de la lavanda» sea una película o una serie, siempre que se haga bien.