Revisión de la cima de Gabinete Caligari

FUGAS

garcia alix

En 1987 la banda dio un salto de gigante con «Camino Soria». Ahora, 31 años después, la editorial Contra lanza un volumen en el que el exbatería del grupo revisa cómo se grabó y todo lo que supuso para la banda. Unas páginas que instan al lector a volver a escuchar un disco legendario

19 mar 2018 . Actualizado a las 00:58 h.

Iba a ser Camino Cuenca, pero al final se quedó en Camino Soria. Lo que tenían claro Gabinete Caligari en 1987 es que evitarían de manera total esas conexiones pretendidamente cosmopolitas de otros compañeros de generación. Nada de Nueva York, París o Berlín. Una conversación de taxistas por la mañana en un bar, cuando ellos empalmaban la juerga, les abrió los ojos. «Voy Camino Cuenca», le decía uno al camarero. No rimaba bien. Soria tenía una fonética más adecuada. Había salido un reportaje sobre la ciudad en la revista Primera Línea. Y ahí quedó, dándole un castizo y sorprendente título al disco por el que la banda de Jaime de Urrutia, Ferni Presas y Evi Clavo serán siempre recordados.

El último ha trasladado las vivencias de la gestación de aquel álbum a un libro. Según la editorial «revive la gestación, grabación, diseño de portada, promoción y gira de su álbum más celebrado, Camino Soria, de 1987». Pero lo cierto es que este volumen de título homónimo va mucho más allá. De hecho, no se entra verdaderamente en la materia que anuncia su título hasta pasado el primer centenar de páginas. Antes, asistimos a una interesantísima radiografía del estado de las cosas. Desde el ecosistema musical al mediático, Edi Clavo pasea su densa prosa generosa en adjetivos, dándole a los precedentes y el contexto tanta importancia como el disco en sí.

Descubrimos, por ejemplo, el origen de esa ansia por dotar de un cuño autóctono el sonido y que la lírica de Gabinete tiene mucho que ver con los años del servicio militar, lejos de Killing Joke y Bauhaus y cerca de Los Chichos o Miguel Ríos. También resultan especialmente vivificantes los detalladísimos repasos a las revistas, las radios y los espacios televisivos musicales (aquí sí que se puede decir que cualquier tiempo pasado fue mejor). Y, por supuesto, el cuadro que pinta sobre cómo era el rock allá por 1987, con un paisaje de glorias caídas, sonido de plástico y falta de cuchillo.

Situado ello, arranca la historia de Camino Soria poniendo las cartas boca arriba. Edi Clavo lo detalla todo: los estilos de los que mamaron (del swing al country, pasando por el soul y, claro, esos The Beatles que tan sobrevuelan el tema titular), las canciones en las que se inspiraron (o incluso plagiaron de tercera generación, como ese Tócala Uli que mira a You Can’t Hurry Love de The Supremes desde el filtro de Town Called Malice de The Jam), los sonidos que buscaron en la elección de los instrumentos, los recursos líricos mezclados deliberadamente y cómo se armó la obra en aquellas sesiones en los legendarios estudios Doublewtronics.

Aunque algunos aspectos técnicos puedan despistar al no músico, la narración logra por lo general meter al lector en los vericuetos de un disco que jugó con los clásicos de la cultura rock anglosajona desde la perspectiva del Anís El Mono, la poesía de Machado y el atemporal polvo castellano. Las fotografías de Alberto García-Alix, logrando con su gama de grises la imaginería definitiva de Camino Soria, pusieron el punto perfecto a un elepé en el que todo cuajó. Hasta que algo lo estropeó todo. Lo dice Clavo en la última página, antes de echarle la culpa a algo y poner el final con puntos suspensivos...