Grandes damas del crimen de hoy

FUGAS

Coinciden en las librerías las últimas entregas de los investigadores creados por Fred Vargas (Jean-Baptiste Adamsberg), Louise Penny (Armand Gamache) y Ben Pastor (Martin Bora)

26 feb 2018 . Actualizado a las 00:33 h.

Si como están las cosas no se puede dar por conquistada, la igualdad sí es un terreno en que la novela policíaca ha avanzado muchísimo. Gracias al trabajo pionero de autoras como Agatha Christie, Dorothy L. Sayers, Margery Allingham, Elisabeth Sanxay, Ngaio Marsh e incluso Emilia Pardo Bazán, hoy la literatura negra escrita por mujeres no suscita a nadie la duda de si está ante una obra dirigida al público femenino.

El último medio siglo ha dejado, para cualquier amante del género, un ramillete de nombres indiscutibles, grandes damas del crimen que cualquiera que se precie como aficionado debe conocer, entre ellas, Patricia Highsmith, P.D. James, Ruth Rendell, Sue Grafton, Elizabeth George, Anne Holt, Batya Gur, Donna Leon, Sara Paretsky, Alicia Giménez-Bartlett, Asa Larsson, Patricia Cornwell, Karin Slaughter y Sophie Hannah. Pues bien, coinciden ahora en las librerías españolas las últimas entregas de tres autoras principales de la cosecha del 50, y que ponen además sobre la mesa a sus respectivas creaciones mayores. Son la francesa Fred Vargas (seudónimo de Frédérique Audoin-Rouzeau; París, 1957) y su comisario Jean-Baptiste Adamsberg, la canadiense Louise Penny (Toronto, 1958) y su inspector Armand Gamache, y la italiana afincada durante décadas en EE.UU. Ben Pastor (nacida Maria Verbena Volpi en Roma en 1950) y su capitán del ejército nazi Martin Bora.

Se trata de tres investigadores a los que avalan series de más de una decena de títulos, y cuyas atractivas personalidades condicionan definitivamente sus novelas, es decir, muchas veces es más importante cómo piensan ellos, cómo porfían, cómo se relacionan con el mundo, que la brillantez de la trama. Eso sí, la inteligencia empapa con abundancia la narración, aunque esta hubiese agradecido una mano más exigente en la edición para pulir la escritura y reducir la extensión. ¿Qué más da? El protagonista y las virtudes que lo adornan bastan para saciar al lector, que no se empeña en gozar de una prosa perfectamente bruñida.

El ejemplo de Adamsberg es paradigmático, con su cerebro frecuentemente sometido a esa «penosa palpitación de las burbujas gaseosas» [o protopensamientos; otros lo llamarían intuición o corazonada, incluso olfato] sembrando un caos -acorde con sus raíces pirenaicas- en su amplia y variopinta brigada. Lo compensa todo con su nobleza y sabiduría, con su tesón, su empatía y sus valores humanos. Solo la pugna que mantiene con su subalterno Danglard sostendría el interés de la excelente novela Cuando sale la reclusa.

Algo similar se podría afirmar de las andanzas de su colega Gamache. El inspector jefe del departamento de homicidios de la Sûreté du Québec es un observador paciente, perseverante, que «busca entre las grietas», un magnífico reconstructor de contextos, un hombre maduro, cerebral pero amante de la poesía, para quien la violencia no es herramienta de trabajo. En Un bello misterio deberá penetrar los oscuros secretos del monasterio de clausura de Saint-Gilbert-Entre-les-Loups.

Y, por último, Bora, un oficial de la Wehrmacht al que su sentido ético le lleva a plantar cara a los jerarcas de Hitler e incluso a los SS. No es un caladero descabellado, lo han explotado Philip Kerr (con su investigador de la Alemania nazi Bernie Gunther) y Bernhard Schlink (con su detective Selb, que fue fiscal durante el Tercer Reich). Inspirado en el coronel Claus von Stauffenberg, líder del atentado fallido contra Hitler del 20 de julio de 1944, los orígenes aristocráticos, la tradición militar prusiana, el catolicismo y la cultura del deportista fundamentan la construcción emocional de Bora, y su sentido de la justicia. En Los pequeños incendios, se cruza en Bretaña con el escritor, entomólogo y oficial germano Ernst Jünger, entonces bajo sospecha para el régimen nazi, y que acabará colaborando en sus pesquisas en torno a un brutal asesinato.

...Y debutantes

Las damas de los 50, sin embargo, no están solas; jóvenes autoras empujan con fuerza. Es el caso de la estadounidense Flynn Berry, que debuta con En la tormenta (Principal de los Libros), y de la inglesa Jane Harper, que lo hace con Años de sequía (Salamandra). La solvencia de ambas novelas -que les ha granjeado importantes premios- augura para ellas un futuro prometedor. Nada tienen que ver sus búsquedas, pero las dos garantizan entretenimiento. Berry maneja un estilo más directo, marcado por el impacto de lo emocional, el shock de lo inmediato; el viaje de Harper, más ambicioso y reposado, conjura las heridas de la adolescencia, los fantasmas del pasado.