¿Se puede mezclar a U2 con Lady Gaga?: ellos lo hacen

TEXTO: C. PEREIRO

FUGAS

cedida

Esta curiosa fórmula musical ya ha triunfado en Nueva York, Miami y Milán

16 feb 2018 . Actualizado a las 17:31 h.

Quizás lo más difícil a la hora de hablar de Music has no limits sea su propia definición. Es obvio que uno asiste a un concierto, aunque estrictamente mejor lo señalaríamos como un espectáculo. Porque Music has no limits va más allá de ser una banda que defiende un repertorio sobre el escenario.

Esta curiosa idea tiene padre español, Miguel Depáramo, y ha derivado en una receta melódica que aglutina todos los estilos musicales posibles. Así, se pasa de la ópera al heavy metal, o de Queen a Rihanna en un suspiro. Es, simplemente, la esencia de los pesos pesados de cada estilo. Una combinación ganadora que provoca en el espectador dos sensaciones directas e incontrolables: la sonrisa y el baile. Music has no limits se ha ido moldeando con el paso de las actuaciones. Sobre el escenario desfilan tanto músicos profesionales, como nuevos talentos por descubrir. Hay miembros de orquestas sinfónicas o habituales de Joaquín Sabina. Todo ello queda atrás cuando se da la primera nota. El músico se convierte en espectáculo, forma parte intrínseca de él no solo con las melodías que interpreta, sino con su propia presencia, su vestuario, su entrada y su salida. Cabe hacer un inciso. El show creado por Depáramo no es una banda tributo, ni siquiera lo intenta. Su forma de ser es mucho más profunda que la interpretación de canciones de terceros. Trata llevar un paso más allá las composiciones que el público ya conoce. Un riff de guitarra eléctrica pasa a ser interpretado por un violín y un violonchelo; y detrás de esa sorpresa, uno se da cuenta de que encaja, mantiene la esencia. Funciona. Music has no limits goza al hablar de «la música de tu vida», de cambiar las reglas con una facilidad pasmosa a la vez que efectiva. ¿Que artistas suenan? Michael Jackson, U2, Queen, Avicii o The Police; pero también Lady Gaga, Guns N’ Roses o Juan Luis Guerra. Frente a una mezcla química tan inestable como esta uno solo podría esperar la explosión incontrolada, el desastre sonoro de la deflagración del laboratorio. Nada más lejos de la realidad, la fórmula funciona pues la ecuación ha sido soberanamente bien escrita, y los artistas que toman el escenario realizan los cálculos con precisión y alevosía.

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