Tierra y agua para cultivar esculturas

FUGAS

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22 oct 2017 . Actualizado a las 18:21 h.

fundación manolo paz DE ARTE CONTEMPORÁNEO. DONDE. Castrelo (cambados). FECHAS. De martes a domingo. 11.00 a 14.00; 17.00 a 20.00. entrADAS. 2, 3 Y 5 EUROS

En el lugar de Quintáns sucede algo único en Galicia. Piedra, aire, metal y agua dialogan a orillas del punto en el que el río Umia da paso al mar de Arousa. Las esculturas de Manolo Paz habitan su museo en absoluto equilibrio con el paisajeFue Hegel quien, probablemente, mejor definió la misión del filósofo: elevar su tiempo a la categoría de pensamiento. Manolo Paz (Castrelo, Cambados, 1957) ha hecho con las manos algo muy parecido a lo que el pensador alemán exigía de la mente. Algo en muchos sentidos superior. Ha sido capaz de elevar su territorio y su cultura a la categoría de arte. No se trata de una ocurrencia más o menos pretenciosa. Estamos hablando de escultura. De granito, de hormigón, de hierro. Realidades sólidas, materiales, ante las que las palabras se detienen, que se deben observar y tocar, en las que casi es una obligación enredarse físicamente. La mayor de todas ellas es su propia fundación, un museo al aire libre que confiere a la obra del escultor arousano todo su sentido gracias a una suerte de cuarta dimensión tallada a base de sonidos y silencios, luces, sombras, miradas y sensaciones telúricas, una dimensión que trabaja también hacia abajo, hacia lo profundo. «Aquí -así inicia nuestro hombre una conversación recorrida de brillantes intuiciones- as esculturas parecen botar raíz».

Aunque cada vez se muestra más partidario de que los visitantes se sumerjan por su cuenta y riesgo en este terreno, sin necesidad de que nadie les imponga una perspectiva, ni siquiera un breve comentario, a Manolo Paz no le cuesta hablar de su fundación de arte contemporáneo. Todo lo contrario. Es fácil dejarse entusiasmar por sus explicaciones.

El museo constituye una experiencia única en Galicia, siguiendo la línea de propuestas como el Chillida-Leku o los parques de Henry Moore y Isamuy Noguchi. «Museos feitos polos propios artistas», indica el escultor en el libro que acaba de ser presentado hace apenas unas semanas y trata de capturar su esencia en imágenes y reflexiones vertidas sobre el papel.

Manolo Paz nació aquí, en Castrelo, el lugar en el que el Umia entrega sus aguas al mar de Arousa. «Sempre tiven moi bo ollo, e creo que é por nacer case no mar; o nivel da auga proporciona equilibrio na mente e o maior nivel que existe é o mar». El núcleo del museo es una finca que Manolo heredó de sus padres y empleó como taller. Con el tiempo, poco a poco, fue adquiriendo la miríada de pequeñas parcelas que la rodeaban, deconstruyendo de alguna manera el minifundismo genético del país hasta redondear un magnífico espacio de 20.000 metros cuadrados en los que las esculturas, los rincones y los encuadres se suceden con suavidad, sin ruptura. El propio terreno ha sido modelado para que así sea, siempre bajo un estricto respeto a la naturaleza que lo cobija. «Todo está en continuo movemento; a marea; as estacións que inflúen na luz, na vexetación e nos cultivos; pero tamén as esculturas, que procuro reordenar».

Un enclave particularmente poderoso se despliega ante el caminante en cuanto abandona la estructura ligera y funcional que opera como recepción. Es un prado circular, rodeado por seis menhires como seis agujas de granito que rastrean cielo y tierra en busca de energía. En algunos momentos se inunda, como si el mar se acercase para reflejar las estructuras de piedra. «É o noso auditorio, o noso punto de encontro», precisa Paz, un aforo de potentes resonancias simbólicas dominado por la naturaleza desbordante de Castrelo y el Umia.

Manolo rompió de muy joven su destino, ligado a esta tierra y a sus exigencias de cultivo y crianza de ganado, de cosechas, de vida y de muerte. «Era un mundo de aldea moi vivo, que non tiña relación ningunha coa arte, pero si cunha arte de agricultura, de labrar e cultivar; pensei que se aquí medraban o millo, as patacas, as vides, tamén podería eu plantar esculturas». Aquel universo enraizado en el calendario rural ha mudado extraordinariamente, aunque no hasta el punto, no al menos todavía, de resultar irreconocible. Manolo se embarcó hacia el Gran Sol, faenó la sardina y el xurel, vio mundo e hizo la mili sin abandonar nunca la pulsión por extraer formas del material primario que tenía a mano y por fin pudo modelar en la escuela de artes y oficios Mestre Mateo, en Compostela. Con obra expuesta en medio planeta, el viaje de ida y vuelta del escultor está lejos de concluir, pero sí ha encontrado su centro de gravedad permanente aquí, en Castrelo, donde persisten los ciclos de la niñez.

LA MAYOR OBRA

Compartir el mundo de Manolo Paz es sencillo. Basta con telefonear al número 619 766 104 y concertar una visita de martes a domingo, con disponibilidad de guía. Con algo de fortuna es posible que el escultor ande por allí, «polas ramas», se ríe mientras asciende la escalera que conduce a la Casa da Árbore. En ella se disponen dos bancos desde los que sobrevolar el paisaje con la mirada. La cabaña de juncos proporciona, allá abajo, penumbra y frescor, a la vez que insufla un cierto aroma oriental a esta zona de la fundación. Todo en ella se ve y se toca. Se oye, y para comprobarlo basta con reparar en los arrullos que pronuncia el agua del regato al correr, tanto como en los sonidos de una aldea que pelea por seguir viva y, lejos de molestar, refuerzan su vínculo ancestral. Se huele. Y en ocasiones también se saborea, porque aquí mismo crece una huerta. El museo vibra. «¿Que podo dicir? É unha das miñas grandes obras», reconoce el escultor, en cada uno de cuyos golpes Galicia parece resonar desde Castrelo,

As obras aquí botan raíz, coma as vides ou o millo”

1 Pepitas azuis, 2013 2 Encontro, 2015 3 Debuxando no aire, 2009; Reflejos, 2008 4 Rosa do deserto, 1995 5 Curota, 2010

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