«Si aceptar unos mejillones es corrupción, estoy a favor de ella»

ANA MONTES

FUGAS

BENITO ORDOÑEZ

«Un italiano en Noruega» es ya la más taquillera de la historia de Italia, donde ha superado a la última de «Star Wars». Zalone se ríe de la obsesión por ser funcionarios

05 may 2017 . Actualizado a las 05:50 h.

Luca Pasquale Medici, nombre real del cómico, guionista y músico italiano, no tiene nada que ver con el personaje que representa cuando actúa como Checco. «No soy machista, ni racista, estoy licenciado y me encanta tener una profesión liberal», dice este ídolo de masas en Italia y amo de las taquillas que, en tándem con el director Gennaro Nunziante, en su primera semana superó los 37 millones de euros. Es el tópico del hijo casi cuarentón que vive al abrigo de sus padres y un puesto fijo de funcionario se le vuelve en contra cuando el Estado decide aplicar recortes, por lo que se ve obligado a elegir entre la indemnización o un traslado.

-La película ha recaudado en Italia 70 millones de euros, una cifra descomunal, superando en solo seis semanas a lo que recaudó «Star Wars: el despertar de la fuerza». ¿Cuál ha sido la fórmula?

-Te prometo que no lo sé y seguro que si lo supiera, dejaría de tener éxito. Pero confieso que me encantaría haber visto la cara del director de Star Wars, J.J. Abrams, al levantarse por la mañana y ver en la prensa que hemos recaudado más en Francia y en Italia. Me lo imagino diciendo enfadado: «¿Pero quién es este Checco Zalone? ¿Quién es este gilipollas? ». Hubiera pagado para poder asistir a esta escena [risas].

-Triunfa allá donde va.

-Sí, sobre todo en los países víctimas de la crisis económica. Pero en Alemania no, ha funcionado fatal [risas].

-¿Qué dirías si hoy mismo te aseguraran un empleo como funcionario?

-Bueno, no exageremos. Hace tiempo sí estaba entre mis aspiraciones pero sobre todo en las de mi familia. Muchos de mis amigos pagarían por tener una plaza en el ayuntamiento de Bari, la ciudad donde nací.

-La película es una buena crítica satírica a la sociedad italiana.

-No es tanto una crítica porque eso implica un cierto moralismo que se aleja bastante de lo que soy. Pero sí es una sátira porque es una película costumbrista y en Italia hay gente como la que se retrata. En las familias hay nepotismo e incluso en algunas no se sabe por qué todos los miembros trabajan en las mismas dependencias de la Administración pública y eso que se llega por oposición. Así que que todos hayan aprobado la oposición porque estén genéticamente predispuestos para ello es una hipótesis bastante improbable [risas].

-¿Seguro que no hubo ninguna mala jugada en tu vida con la Administración?

-Bueno, antes de ser actor fui comercial y durante tres años trabajé sin que me enviaran ningún papel de la Seguridad Social. Pero un día me llegaron todos juntos: una factura de 30.000 euros, nada menos. Quería morirme.

-Así que no se exagera tanto en la película.

-Surge desde lo real, pero luego los cómicos lo exageramos. Porque lo cierto es que en Italia hay gente muy válida y muchas cosas que funcionan. No todo da asco y hay muy buena gente también entre los funcionarios.

-Otro estereotipo que la alimenta es el de las falsas pensiones de invalidez. ¿Cuántas formas hay de fingir una discapacidad en Italia?

-Ha habido una época en la que se hablaba de falsos inválidos: ciegos que veían o abuelos que con la receta que el médico les expedía para las medicinas compraban tinte para el pelo. En esa época se hacían estos chanchullos y fue en la Primera República, que da título a mi canción. Muchos se jubilaron con 40 años como en Grecia [risas]. Pero ahora estamos pagando las consecuencias de todo ello porque mi madre, con 77 años, todavía tiene que trabajar y no se puede jubilar porque han aumentado la edad de jubilación.

-¿Un italiano se las apaña siempre para buscarse la vida allá donde va?

-Mi hermano, que vive en Barcelona, siempre dice que Italia es una mierda y por eso para él solo existe ya Barcelona. Siempre tendemos a autocriticarnos, a ver la virtud en el extranjero. Algo que hago yo en la película es recoger hasta los papeles del suelo cuando estoy en Noruega. Pero he visto tantos italianos así fuera de Italia.

-Las diferencias entre norte y sur son evidentes. ¿Cuántas velocidades hay en Italia?

-El sur, donde yo vivo, ya que soy de Puglia, el tacón de Italia, sin duda va a una velocidad menor que el norte. Pero el sur es la parte más bella y reconocida de Italia. Tenemos un mar que no tiene nada que enviar a las playas del Caribe. Pero es evidente que hay una Italia con dos velocidades que la marcan, Calabria y Milán, esta probablemente la única ciudad cosmopolita. Aunque tenemos la satisfacción de que ya no existe ningún milanés allí porque todos los italianos del sur se fueron transfiriendo a Milán en los años 60 [bromea].

-La corrupción alimenta parte de la película. ¿Está el problema en el ADN italiano, como también en España?

-No he querido hacer una crítica social sobre la corrupción sino todo lo contrario. Ahora hay una competición por ver la corrupción en todo. Por ejemplo se ha dado el caso de un político que ha aceptado como regalo de un empresario unos mejillones por valor de 10 o 20 euros y en las redes sociales le han masacrado. Por tanto, si esta es la corrupción, estoy a favor.

-¿Qué planes a la vista?

-Acabo de tener una hija hace cuatro meses y por ahora no pienso en más proyectos.