Doctorow, más íntimo en su narrativa breve

Héctor J. Porto CHÁMAME GORRIÓN

FUGAS

12 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

E(dgar) L(awrence) Doctorow (Bronx, 1931-Manhattan, 2015) debe su nombre a que su padre era un lector devotísimo de Edgar Allan Poe, patriarca del cuento norteamericano, como recuerda el escritor gallego Eduardo Lago en el prólogo a la hermosa edición de sus Cuentos completos que, poco antes de morir, el propio Doctorow -hijo de inmigrantes judíos rusos- logró ultimar mano a mano con los responsables del sello barcelonés Malpaso, que sacaron así a la calle la primera edición de la narrativa breve íntegra de Doctorow en cualquier lengua. El libro, además, confirma que el soberbio novelista de todos conocido -aunque muchas veces injustamente ninguneado- es además un poderoso cuentista, aunque quizá muestra en el tramo corto una faceta de narrador diferenciada, más íntimo y menos condicionado por la historia estadounidense. El tomo compila los tres volúmenes de relatos que publicó: Lives of the Poets (1984), Sweet Land Stories (2004) y All the Time in the World (2001), una treintena de textos que representan cuatro décadas de escritura. En ellos se muestra el autor de Ragtime más propenso a la innovación narrativa, al riesgo -sin caer en las veleidades y excesos de algunos sus colegas de generación posmodernistas-, que es algo que evita en sus novelas, lo que no oculta una solidez de estilo perfectamente reconocible. No todos los cuentos están igual de logrados, y algunos lucen ciertamente irregulares, pero el nivel medio es para un festejo de la literatura. En fin, no debe ocultarse que Doctorow es más novelista que cuentista -¿y qué?-, pero la brevedad se antoja una ventaja notable para quien quiera acceder por primera vez al universo de un escritor de enorme talento que el tiempo colocará más pronto que tarde en el lugar que merece en las letras estadounidenses del siglo XX, y que por alguna razón se le resiste. Bienvenido, Edgar.