Un paseo saludable de Mondariz a Mondariz

Juan Carlos Martínez EN EL COCHE DE SAN FERNANDO

FUGAS

03 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Aterrizar en el balneario de Mondariz con las botas de senderista y los pantalones de ocho bolsillos le hace sentirse a uno fuera de tono. Este enclave del turismo sanitario conserva la majestad de finales del siglo XIX, cuando fue construido poniendo arte en el abundante granito de la zona, ajardinando las abundantes aguas y dejando ver el aprecio que entonces había por los árboles. Merecería venir con traje de domingo. Aún es fácil imaginar, por el parque o ante la escalinata del gran hotel, a la marquesa de Pardo Bazán junto a uno de aquellos primeros automóviles, rodeada por un séquito de intelectuales, aristócratas y políticos que arreglaban el mundo, empezando por Galicia, en interminables tertulias.

Hay que probar las aguas de la fuente de Gándara, con su campana de cristal que deja ver el alto contenido gaseoso del manantial, bajo el templete edificado por Antonio Palacios. El sabor no es agradable, pero, a cambio, el trago alivia estómagos y riñones y rebaja la glucosa. Del parque viene un intenso olor a miel que compensa la amargura del vaso.

Las botas de montaña vuelven a su ser en el sendero que sube por la orilla del río Tea. La riqueza acuática de Mondariz viene de la sierra do Suído, el macizo agreste que separa las tierras suaves de O Condado de las igualmente ricas riberas del Avia. En menos de una hora se llega a la playa fluvial de Río Frío y allí mismo está Mondariz-pueblo. También aquí el granito se ordenó con arte, pero el aire es popular, y más un día de mercado (los domingos). Una de pulpo en una terraza, a la sombra de la iglesia de Santa Baia, es el remate ideal para este paseo corto y saludable.