Por las alturas de Redondela

Juan Carlos Martínez EN EL COCHE DE SAN FERNANDO

FUGAS

06 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Aunque el tiempo no ayude, miles de personas acudirán este fin de semana a Redondela, donde se van a devorar infinitas tapas y raciones de choco, ese cefalópodo que algún cocinero coló en el reino de Neptuno y que es como una sustanciosa croqueta autopropulsada.

Como probablemente lloverá el sábado y el domingo, la gente no estará para excursiones, pero en el entorno de Redondela, esa villa ideal para los niños aficionados a los trenes, hay mucho más que ver que el encantador paseo que bordea la ría desde el barrio de A Portela o la imagen siempre sugerente de la isla de San Simón desde la playa de Cesantes. Si el tiempo ayuda, como ha sido el caso al principio de esta semana, vale la pena encaramarse hasta Trasmañó, justo encima del barrio vigués de Chapela y dirigirse, desde el convento de las benedictinas -fabricantes de exquisitas pastas de nata- hacia el rego Fondón, que se recorre por un sendero bien señalizado y que sorprende con su naturaleza salvaje y húmeda tan cerca del ajetreo de Vigo. Tras un par de kilómetros de cascadas, molinos y sombra, podemos dejar la vía acuática y cambiar de dirección, hacia el nordeste, para admirar los petroglifos de monte Penide y luego, de nuevo al sureste, las mámoas y otras piedras célebres del castro de Negros. En todos los recorridos por estas alturas las panorámicas son incomparables. Desde el castro se baja cómodamente hacia el mar, con San Simón en el punto de mira. Y ya en A Portela, a un paso del centro, podemos recapacitar un poco: cómo nos hemos regalado la vista y qué bien se ha abierto el apetito.