El patio trasero de Europa

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa EL RINCÓN DEL SIBARITA

FUGAS

22 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Escribe novelas breves, duras y despiadadas. Se llama Ariana Harwicz (Buenos Aires, 1977) y esta semana presentó en Barcelona La débil mental, título que ya se paseó por este rincón con su prosa diferente a todo. Dentro de unos meses llegará a España Precoz (Mardulce), una obra de solo -¿solo?- 75 páginas en la que Harwicz concentra toda la energía de su poderosa escritura.

Si en La débil mental asistíamos al duelo autodestructivo y asfixiante entre una madre y su hija, aquí la familia nada feliz de la que se ocupa Ariana Harwicz -fiel a la ya clásica tesis de Tolstói en el arranque de Ana Karenina: «Todas las familias felices se parecen, pero las infelices lo son cada una a su manera»- está formada por una madre y un hijo expulsados de la desfallecida clase media europea para acabar subsistiendo en uno de esos suburbios de las grandes capitales donde las únicas personas que llaman al timbre son el casero, el asistente social o, en el peor de lo casos, la propia policía.

En Precoz hallamos de nuevo la narrativa de tono lírico -de una poesía violenta y sin atajos- con la que la autora va escupiendo en la cara del lector sus verdades. Así vemos a la protagonista «mirando las nubes ahorcar las alturas» o confesar: «Me siento como un pelo dentro de una botella de alcohol, a la deriva viva y muerta». 

No es este un retrato complaciente de nuestra sociedad. No es el cartel publicitario con el que uno vendería el paraíso europeo. Pero sí es una realidad oscura y brutal que alguien tenía que contar. Y para eso ha cruzado Harwicz el Atlántico, para afilar la cuchilla con la que escribe sus obras sobre la piel agrietada de una Europa que empieza a ser irreconocible.

¿Y la trama?

Esta no es literatura de trama. Que  nadie espera encontrar aquí ni el inicio, ni el nudo, ni el desenlace del canon decimonónico. Aquí de lo que se trata es de plantarnos ante los ojos ese patio trasero en el que hemos arrumbado a tantas madres e hijos precoces.