Guitiriz, campo y recreo

Juan Carlos Martínez EN EL COCHE DE SAN FERNANDO

FUGAS

19 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Si el golfo Ártabro algún día se convirtiera en una megápolis, su Casa de Campo o su Bois de Vincennes tendría que ser Guitiriz. Este primer municipio de Lugo para los que se acercan desde A Coruña era la montaña -aunque la altitud no llega a los 500 metros- a la que iban a respirar en verano los niños de la ciudad, para no pillar resfriados en invierno. Igual que en Mondariz, mientras la abuela tomaba las aguas, el resto de la familia tomaba el aire, llenaba verbenas y compartía casa y vida con los paisanos. 

El paseo por Guitiriz está hoy perfectamente ordenado. El recorrido favorito es el de Os Sete Muíños, una gloria de río encajonado entre pendientes rocosas, que crea pozas y represas y donde ahora mismo, con la fuerza que trae el agua, impresiona por la habilidad de nuestros ancestros para aprovecharla en molinos y batanes. El sendero es largo: comienza en Pardiñas y remata en los lindes de Baamonde. Por allí se ven parejas canosas buscando con atención alguna piedra, algún árbol, los pasales del río, la playa donde abrevaban las vacas. Fueron niños veraneantes y buscan hitos de la memoria. El carballo donde grabaron su primer corazón flechado, después de trepar un rato, era un árbol gigante: ahora descubren que el dibujo está poco más que a la altura de la cabeza.

Hay muchos que se desvían de la senda al llegar a la villa y disfrutan de ese fantástico paisaje ordenado que es el campo de golf del balneario. Otros giran al norte y van hasta Belote. Allí sigue, este sí, enorme, el castaño centenario a cuyo alrededor surgieron como brotes las casitas del rueiro.