-En la novela aparece su abuelo.
-En esa escena, el primer ministro, que es mi abuelo, llega a un pueblo para asistir a la ceremonia de inicio de construcción del nuevo colegio. Entonces un niño, que es emigrante sirio, se le acerca, y mi abuelo le habla en yidis, la lengua de los judíos de Europa oriental. Cuando ese niño se convierte en alcalde comete el mismo error. Llegan los emigrantes rusos y resulta que son viejos, él se siente decepcionado porque pensaba que llegarían rusas rubias despampanantes, y decide ignorarlos. Es tragicómico ese malentendido que conlleva la inmigración.
-¿Qué piensa sobre la cuestión palestina?
-Hay que hacer una distinción entre Gaza, liderada por Hamás, y Cisjordania, por la Autoridad Palestina. Para mí Hamás es el equivalente del ISIS, es imposible negociar con el Islam radical y cruel, lo único que se puede hacer es establecer un equilibrio de amenazas. Con la Autoridad Palestina se puede y es necesario alcanzar un acuerdo. Lo que falta es liderazgo en ambos lados. Los dirigentes israelíes no persiguen la paz como objetivo principal y yo estoy en contra. Todo líder de Israel debería preguntarse cada mañana al levantarse qué puede hacer para que la situación se normalice y haya menos violencia y más moral para poner fin al sufrimiento.