Bajando por el río Sisalde hasta ver los alcatraces

Juan Carlos Martínez EN EL COCHE DE SAN FERNANDO

FUGAS

08 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Quién dice que el invierno es triste, o que Arteixo es feo? En estos días de cielo plomizo, bajar por la ruta del río Sisalde es una experiencia enriquecedora.

Se puede hacer el camino largo, desde Casas Novas, o más corto, por ejemplo, desde el pazo de Anzobre. De cualquiera de las dos formas, los que no conozcan esta comarca verán que Arteixo no es solo polígono industrial o potencia textil y que los arteixáns se resisten a abandonar el campo. El hermoso valle de Barrañán todavía es un mosaico de campos labrados, pastos para las vacas y montes arbolados, organizado por los abundantes arroyos que aún surten fuentes y lavaderos. El de Sisalde está bien acondicionado para el paseo; junto a los molinos que salpican el recorrido se multiplican las áreas recreativas y los bancos para merendar, pero eso no impide que el camino forme, como ocurre en el interior gallego, un horizonte circular: la pista estrecha, los cómaros inclinados, los fustes de los árboles marcando los lados, las copas cerrando por encima. Por uno de estos senderos, en verano, me encontré una perdiz que también paseaba. Me vio, me examinó y se dio la vuelta, haciéndome de guía un rato. Ahora, en invierno, la fauna espera en la costa. En la bahía, un rayo de sol se cuela entre las nubes y hace brillar, como estrellas, el blanco deslumbrante de los alcatraces sobre el cielo gris oscuro. El viento viene del mar y los trae hasta la costa. Hacen el símbolo del infinito en el aire y dejan en ridículo a las gaviotas, que parecen tan buenas voladoras cuando no hay Ferraris del planeo con las que compararlas. ¡Gran espectáculo! ¡Y gratis!