Por O Pindo, en compañía de raposos

Juan Carlos Martínez EN EL COCHE DE SAN FERNANDO

FUGAS

06 ago 2015 . Actualizado a las 18:56 h.

Ahora que las grandes ciudades medio se vacían de habitantes, huyendo del calor, nos llegan unos visitantes particulares, los que quieren empaparse de paisajes distintos y vienen con su carga cultural de mitos y tópicos gallegos. 

A estos hay que llevarlos a pasear a los montes de O Pindo, para que vean con sus propios ojos por qué aquí hay brujas y meigas, mouros y gigantes, estadeas y fantasmas que trae el viento del mar. Lástima, con perdón sea dicho, que el tiempo esté tan bueno, y por aquellos caminos entre bolos, guerreros y dragones de granito la vista del mar limpio de aquel golfo, entre Carnota y Fisterra, se ponga más atractiva que la ascensión algo trabajosa hasta A Moa, un prodigio de la escultura que fabricaron el tiempo y la erosión. Para andar por estas cumbres rocosas, el mejor tiempo sería un poco nublado, incluso con un principio de niebla que acentúe el carácter fantástico del paraje y asuste un poquito. 

Igual en ese estado indefinido de la atmósfera hubiéramos podido encontrar, guiados por fuegos fatuos o por suspiros del aire, la cueva de Casa Xoana, punto de encuentro y aeródromo de las brujas occidentales del país. Bajamos, por fin, hacia el puerto de O Pindo, en busca de la recompensa del baño. Las presencias sobrenaturales han estado esquivas. Pero no la naturaleza salvaje. 

Por uno de estos caminos empedrados ha pasado un zorro, y lo ha dejado todo perfumado con su aroma acre y penetrante, razón suficiente para cambiar de mitología y rematar el camino hablando de la leyenda del astuto raposo.