El cuco en Os Milagres do Medo

Juan Carlos Martínez EN EL COCHE DE SAN FERNANDO

FUGAS

29 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Los milagros ocurren, y algunos en plaza fija. Una multitud va a buscarlos cada año, del 30 de agosto al 8 de septiembre, al santuario de Os Milagres do Medo, en Baños de Molgas. Pero la visita a aquel pequeño Vaticano rural vale la pena en cualquier época del año, a una hora de caminata, sin pisar demasiado asfalto, de la preciosa estación termal que los romanos llamaban Aquis Salientibus. A primeros de mayo, desde el privilegiado balcón del monte Medo sobre el valle donde nace el Arnoia, los paseantes somos testigos de dos milagros. Uno, que sigue vivo el carballo milenario, monumental, en el que apareció la imagen de la Virgen. Dos, que bajando hacia el valle, entre los piornos tan blancos como la nieve que cubre la sierra de San Mamede, oímos cantar al cuco. Milagro porque este pájaro ya no viene a anunciar la primavera a las Mariñas coruñesas ni a otras comarcas aún verdes pero muy urbanizadas, y se echa de menos. Linneo le puso de nombre Cuculus canorus, el holgazán cantante. Desde siempre arrastra mala fama por no criar a sus hijos; el parasitismo al que somete a otros pájaros lo convirtió en augurio y escarnio de maridos burlados, por eso los niños le tiraban piedras. En inglés, esposo engañado se dice cuckold, por el cuclillo. Su aspecto imita al del gavilán, para espantar de los nidos a sus víctimas. ¿Cómo puede la evolución ser tan retorcida? ¿Será la prueba de que, como creía Prisciliano, el mundo lo creó un diablo punki? En cualquier caso, a estas alturas ya hemos perdonado las culpas del cuco, tanto que en el valle del Arnoia su tercera descendente suena a gloria bendita.