«¡Elijamos cómo morir!»
Hacía veinte años que esta historia de Mira le rondaba la cabeza. Leyó mucha literatura testimonial, mucho ensayo histórico, demasiado áridos. Quería llegar a la gente joven, utilizando su lenguaje sencillo, directo, planteando una narración adictiva, casi de aventuras, de suspense. Y pretendía, «sin abandonar la verdad, sin inventar», establecer una conexión emocional con las víctimas, con los supervivientes. Entre sus prioridades, empeñó las de describir sus emociones libremente, reflejar la vida diaria del gueto y que el relato plantease a su vez aspectos como la posibilidad del amor en circunstancias tan extremas. Sin olvidar el dilema clave: «Vamos a morir, ¡elijamos cómo morir!», lo que conlleva optar en vida por cómo encarar la existencia bajo la bota nazi, si sacrificarse por los demás o jugarlo todo a la carta de la supervivencia propia. Y evoca al pedagogo Janusz Korczak, que «decidió permanecer con los 200 niños del orfanato para acompañarlos y asegurar su confort hasta el último aliento».
Dice Safier que la recepción de 28 días está siendo buena, y cree que a su padre, vienés descendiente de judíos polacos, también le hubiese gustado. «Aunque me hubiese dicho que lo firmase con un seudónimo; vivía entre alemanes pero no acababa de fiarse de ellos, hasta el final». Su abuelo paterno murió en el campo de concentración de Buchenwald y su abuela, en el gueto de Lodz. «Aunque todo esto no fue decisivo para encarar la novela, durante y después de la escritura descubrí y me replanteé muchas cosas. Si sometiésemos el libro a psicoanálisis, esto afloraría».