«La nueva noche de Santiago se ve de día, un sábado en el Mercado»

Patricia Calveiro Iglesias
P. Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

FIRMAS

SANDRA ALONSO

El disyóquey santiagués ha visto los años dorados de la movida y su declive

29 sep 2014 . Actualizado a las 18:55 h.

Ha recorrido medio mundo pinchando discos pero sus primeras sesiones las dio en Santiago, con tan solo quince años. Javier Rial recuerda cómo entraba por la puerta de emergencia de Clangor con el permiso de sus padres, ya que el acceso estaba prohibida a menores de edad. En la cabina de la histórica discoteca compostelana trabajaba su hermano mayor, Luis, quien le abrió camino en un mundo que fascinaba a aquel niño inquieto y «travieso, que no golfo», según se define. Pasó por cinco colegios diferentes. Los estudios no eran su fuerte y acabó abandonándolos para trabajar de lo que más le apasionaba, la música. Aunque, como todos, empezó desde el escalón más bajo: como aprendiz.

Ordenaba la enorme colección de vinilos de Clangor (que contaba con 25.000 discos). Y terminó debutando allí a los platos, poco después de que estallara la famosa bomba, y en las exitosas sesiones de tarde de La Radio, local que acabaría heredando. Entre discos, entabló amistad con grandes figuras de la música, como Loquillo o Antonio Vega, que eran frecuentes de las noches compostelanas siempre que hacían aquí escala.

Hoy hecha la vista atrás para acordarse con nostalgia de sus andanzas adolescentes. Viaja en la máquina del tiempo hasta el campus sur de finales de los ochenta y empiezan a sonar los Beatles y los Rolling Stones. El romance y la fiesta. Los primeros besos, furtivos, robados entre los recovecos del Auditorio da Universidade y las carreras de motos. Él no tenía una, pero veía como los mayores hacían «caballitos» y competían por convertirse en los reyes de aquel Fast and furius picholeiro. «Era un espacio como outsider, donde la policía entonces no podía entrar porque pertenecía a la Universidade y tenía su propia seguridad privada», explica Javier. «Los volvíamos locos, porque solo tenían dos coches», señala.

Cuando cerró Clangor el compostelano sacó la maleta a hacer país. Se fue a Barcelona en 1995 de la mano de Loquillo. Llegó cuando la ciudad condal era el epicentro de la música electrónica, que incluyó en su repertorio de referencia. Y, cuando regresó de nuevo a Compostela en el 2000 para recuperar La Radio, convirtió el local en un club «por el que pasaron los mejores disyoqueis de todo el mundo», alardea.

Pero el punto de inflexión en su carrera fue seis años más tarde, cuando lo seleccionaron para pinchar en el festival internacional Sónar. A partir de ahí emprendió una gira anual por Brasil de dos meses. Londres, Nueva York, San Francisco, Vancouver, Moscú, Austria, Italia, una fiesta en Manhattan un día al mes... Últimamente el pinchadiscos santiagués está especialmente vinculado a Portugal y Alemania, donde es el disyóquey oficial en eventos de renombre.

Javier no para y continúa haciendo patria fuera. «Santiago se ha quedado sin discotecas. Ahora mismo no hay un club donde puedas escuchar buena música, salvo los bares de siempre de rock and roll», asegura. Sostiene que desplome de estudiantes universitarios y el botellón han afectado al negocio hasta el punto en que «la nueva noche de Santiago es de día, un sábado en el Mercado». Él se crio en el barrio y reconoce el esfuerzo que se está haciendo para dinamizar la Plaza y ganar público. «La gente que antes te encontrabas por la noche se encuentra ahora allí», sentencia.

Compostelanos en su rincón Javier rial

Javier Rial Sierra

37 años

Disyóquey, promotor de eventos y productor musical.