«Sería buena idea probar en Galicia el afloramiento artificial»

e. a. redacción / la voz

FIRMAS

19 sep 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

No hay remedio para la toxina. «Desgraciadamente, la floración de dinophysis -la especie de microalga que causa la toxina lipofílica- no se puede frenar», se lamenta Beatriz Reguera, investigadora del IEO de Vigo que ha sido, con Juan Blanco, del Cima (Centro de Investigacións Mariñas) y Bengt Karlson, de Suecia, la convocante de la sesión sobre la floración de algas nocivas y sus efectos sobre la acuicultura que se expuso en el marco de la cumbre científica del ICES (Consejo Internacional para la Exploración del Mar), que se cierra hoy en A Coruña. Y lo peor de todo es que «se ha observado una intensificación de estos episodios en la última década». Cada vez hay más y son más fuertes. Es más, se han dado en lugares que nunca antes habían sufrido un problema que de sobra conoce Galicia: «En EE.?UU. ni en el oeste de Canadá se habían dado una marea roja por toxina lipofílica y, sin embargo, en los últimos años ha habido brotes de dinophysis y toxina», explica Reguera. Ni que decir tiene que esa falta de familiaridad ocasionó en el 2011 bastantes casos de intoxicación en el oeste de Canadá y el noroeste de Estados Unidos, dado que, como no existían, no se monitorizaba.

En eso sí que está ducha Galicia. La gestión de los cierres es una asignatura en la que la comunidad gallega ha aprobado con nota, con un Intecmar que informa de incidencias con una celeridad que no se da en otra parte.

Pocos remedios

La buena gestión de las aperturas y los cierres es uno de los pocos remedios que caben contra un episodio natural que se ceba en las rías gallegas, pero a la que no son ajenos los fiordos noruegos. Y allí han dado con otro antídoto, explica Reguera que, «sería una buena idea probar en Galicia». Se trata del afloramiento artificial. La disminución de estos movimientos que traen agua fría rica en nutrientes de las profundidades de forma natural se recrea en Noruega haciendo circular agua dulce de los ríos por el fondo del fiordo provocando así un afloramiento. «Podría hacerse, pero a pequeña escala».

No hay más remedios. Paliativos, si acaso. Como los avances en la oceanografía operacional que permiten alertar de que se acerca un episodio. O los trabajos de selección genética, paralizados por falta de financiación, para buscar individuos resistentes a la toxina. Y soluciones drásticas, como cambiar de especie de cultivo, que no está en los planes del sector. Y es que, aparte de ser Galicia un zona de riesgo, se trabaja con una especie de riesgo, puesto que el mejillón es la que más rápido retiene la toxina.