«El Gatopardo», la pitonisa de Pujol y el incierto futuro de la izquierda

Enrique Gómez Souto
enrique g. souto LUGO / LA VOZ

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Orozco agota el plazo para decidir
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07 sep 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

En Lugo, ahora que se sabe que el tacaño Pujol indagaba en su futuro por medio de una vidente gallega, cobra nuevos bríos la afición a desentrañar el porvenir, a enredar con las cosas del mañana. Es afición que quizá está relacionada con el hecho de que, como dijo Umbral del XX cuando puso la lupa sobre la Gran Guerra, nadie sabe en este XXI «si se está construyendo un siglo o se está destruyendo». Y así, claro, crece el interés por el futuro y lo que traerá. Más aún porque, en lo inmediato, viene cargado de elecciones y en el puchero político se caliente un caldo espeso de siglas y malestar social. En Lugo, a estas alturas, desde la izquierda a la derecha miran al socialista Orozco y, ante su obstinado silencio, tratan de adivinar qué decisión ha tomado, si es que ha tomado alguna, sobre su futuro político. Orozco, tan suyo, juega con el reloj y trae a los de la casa socialista y a los otros tratando de interpretar el porvenir en los posos del café. Les deja hacer y sonríe mientras lee el caso de Pujol, su vidente y las extrañas herencias. Sabe que después de 15 años en la alcaldía, su nombre aún aparece en la bola de cristal de la política lucense.

En Lugo hay muchos que esperan la jubilación del socialista José López Orozco. Entre los suyos y entre los otros, por motivos no tan diferentes, hay quienes quieren ver al profesor camino del retiro. Creen que así se les abrirán nuevas posibilidades, que verán despejada la escalera de la política. Unas elecciones locales sin Orozco serían una bendición para el candidato popular a la alcaldía, responsabilidad que, a menos que haya sorpresas, recaerá de nuevo en Jaime Castiñeira. El líder del PP local ha empezado a trabajar la imagen de alcaldable. Salvo nueva incursión en los viejos errores, Castiñeira opta, o al menos así parece, por un perfil más institucional. A estas alturas hubiera tenido mucho camino andado si hubiese hecho caso de quienes se lo advirtieron con tiempo. En el campo popular no fue Enrique Rozas el que se equivocó al leer la hoja de ruta.

En las filas socialistas aguardan con tanto interés como en las populares la decisión que tome Orozco. ¿Se va, se queda? ¿Qué hará Pepe? La respuesta no puede tardar ni quince días, porque la dirección federal de su partido ha fijado para octubre las elecciones primarias. Orozco puede ser un problema para el PSOE lucense (el peso de los años de gobierno, la imputación en Pokémon, etcétera), pero nada garantiza que sin él a los socialistas les vaya mejor en las urnas. ¿Qué pasa si el candidato a la alcaldía es Gómez Besteiro, secretario general del PSdeG, y sufre un batacazo electoral? Si Orozco deja el campo municipal y Besteiro se asusta ante el riesgo de un fracaso, ¿será cabeza de cartel Luis Álvarez? El actual concejal de Urbanismo y secretario local de los socialistas juega con eficacia a la sombra de Orozco el papel que Guerra jugó con González. Y ya se sabe qué pasó.

En el PSOE el futuro electoral es especialmente confuso. En el espacio de la izquierda todo es confusión. El fenómeno Podemos altera la relación de fuerzas en ese terreno, tanto por lo que representa por sí mismo como por las expectativas que abre. La concurrida y participativa asamblea celebrada en la capital lucense al hilo del manifiesto Somos Maioría fue un buen reflejo de cuál es el estado de cosas. El magma político en la izquierda está agitado y es muy difícil intuir cómo solidificará, si es que solidifica. Hay, tal vez, exceso de voluntarismo y de confusión ideológica como para que cuajen proyectos solventes. Es este exceso el que puede salvar en las urnas al PSOE: pese a que hoy es un partido ideológicamente indigente, conserva aún su potencia como artefacto electoral. Si no lo estropean con casos como el de los concejales de Foz.

En Lugo, sí, corren buenos tiempos para videntes y adivinas. ¿Será necesario recurrir a ellas para conocer el futuro de la Cámara? Tal vez, aunque no se necesitaba bola de cristal para saber cómo acabaría la aventura de Abelleira y los suyos al frente de la Cámara. Nada queda de los días dorados de la presidencia de Mauricio Posada. Posada, si la vida le hubiese concedido más años, hubiese podido recordar la obra de Lampedusa: «Nosotros fuimos los gatopardos, los leones. Quienes nos sustituyan serán chacalitos (...) y todos continuaremos creyéndonos la sal de la tierra». Quizá Pujol pensaba lo mismo al consultar a la pitonisa. ¿Lo pensará Orozco?

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