La eterna escalada

Roberto Antón

FIRMAS

17 ago 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Siempre me han llamado mucho la atención las diferentes realidades en las que se encuentran personas que conviven, sin embargo, en un mismo lugar.

Cualquiera de nosotros ha vivido en carne propia como nuestra realidad cambiaba de un día para otro al entrar en la rutina de un hospital, de un viaje,? así las preocupaciones del día a día pasaban a un segundo plano y nos distanciábamos del mundo en el que estábamos inmersos unas horas antes alejándonos de lo que está viviendo nuestro vecino de al lado.

Cuando entramos en la época estival, muchos de nosotros pensamos en descanso, en desconectar, en playas de arena blanca, mientras a nuestro lado, silenciosos, una marea de jóvenes se sienta en un escritorio para devorar conocimiento, para superar un examen y, de ese modo, poder continuar escalando un paso más en la dura montaña de la formación.

Mientras otros juegan, se divierten o simplemente descansan, ellos continúan inmersos en su mundo de datos, intentando memorizar cuestiones de difícil aplicación a su vida cotidiana, ajenos en muchas ocasiones a los atascos, a los festivales o a las fiestas gastronómicas, pero conocedores de que sus amigos, en el momento en el que ellos están delante de decenas de páginas, estarán disfrutando en algún lugar.

No es sencilla la tarea, y requiere de constancia, algo difícil de encontrar en una sociedad donde el éxito parece caer del cielo tras triunfar en el último reality show, o después de haber conseguido que un balón entrase a toda velocidad dentro de una red.

Pero cuentan con algo muy importante a su favor, ya que tienen una meta próxima, su objetivo es superar un nivel exigido de determinado idioma, sacarse de encima esas malditas materias que no acaban de entender u obtener esa capacitación que les permitirá crecer profesionalmente.

Su objetivo está cercano, casi lo pueden tocar y eso les ayuda a no cejar en el empeño.

No saben que después de lograr ese tendrán otro, y después otro más, y otro más, ya que, como en el mito de Sísifo, en la vida estamos condenados a subir la piedra a una montaña para que, una vez llegada a la cima, vuelva a rodar hacia abajo para volver a iniciar la escalada a otra nueva meta.