Los vigueses viajan ya en tranvía

Jorge Lamas Dono
jorge lamas VIGO / LA VOZ

FIRMAS

La ciudad se resintió del inicio de la Primera Guerra Mundial, pero también vivió un gran drama con la extensión de una infección tifoidea a través del abastecimiento de agua potable

13 jul 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

El verano de 1914 quedó marcado en Vigo por tres acontecimientos de diferente índole, pero de gran importancia para la ciudad. El 9 de agosto era inaugurado el servicio de tranvía eléctrico urbano. A las once de la mañana comenzaban a salir los vehículos de las cocheras ubicadas en As Travesas. En aquellos primeros movimientos, los coches transportaban a los invitados de la empresa concesionaria del servicio. Ya por la tarde, se abrió el servicio a toda la ciudadanía, que viajó en este tipo de transporte hasta finales del año 1968, cuando fue sustituido por el autobús.

El segundo acontecimiento fue el asesinado del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo y la posterior declaración de la Primera Guerra Mundial. Vigo era uno de los principales puertos del Atlántico europeo y el conflicto provocó graves alteraciones. Desde los primeros días de la guerra fueron muchas las naves que buscaron el refugio de la ría viguesa. Algunas de estas embarcaciones permanecerían fondeadas en Vigo hasta la conclusión del conflicto. El nombre de la ciudad quedaría registrado en el Tratado de Versalles, documento que constata la derrota de los imperios centroeuropeos, debido a la existencia en Vigo de la compañía del Cable Alemán.

El tercer acontecimiento importante de aquel verano fue lo que se denominó «la cuestión sanitaria». Un brote de fiebres tifoideas se llevó al vida de varios vigueses durante aquel verano y provocó la enfermedad de muchísimos más sin que se supiese inmediatamente el origen de aquella infección. El parte diario arrojaba varios muertos y un gran número de enfermos. El misterio concentró la atención de comisiones médicas enviadas por el Gobierno hasta que se ubicó en la traída el origen del mal. Entonces, el enganche a este servicio non estaba muy extendido debido al coste económico, por lo que muchas de las personas afectadas pertenecían a las clases más pudientes de la ciudad.

Pero no todo fueron desgracias. El mes de agosto vivió unas fiestas agrupadas. Ya no iban por un lado las fiestas de la Reconquista y por otro, las de la patrona de la ciudad. Desde el día 1 hasta el 30 de agosto, los vigueses tenían una variada oferta de actividades lúdicos, como verbenas en las Avenidas, la Gran Batalla de Flores en el Príncipe, exhibiciones aéreas protagonizadas por el aviador José Piñeiro, acontecimientos deportivos y unos juegos florales. En el transcurso de las fiestas fue colocada la primera piedra del monumento a los héroes de la Reconquista en la plaza de Villavicencio, actual plaza de A Pedra. Este monumento acumularía un retraso de varias décadas y soportaría varios cambios de ubicación hasta presidir actualmente la plaza de la Independencia.

Los cinéfilos acudían entonces al Ideal Cinema, instalado en la Alameda; al Cine Guignol, que al igual que hace actualmente una vez al mes el Cineclube Lumiere, proyectaba una película sin anunciar su título, pero con notable éxito; y el Salón Pinacho, en la calle Velázquez Moreno. Este salón competía también en la oferta de variedades con el Concert Brasil, situado en la calle Castelar, donde había actuaciones en directo, como la protagonizada por «las simpáticas artistas Odalisca Naffi y Felisa Pay-Pay» o la bailarina La Guajira. A estos establecimientos les salió un duro competidor aquel verano, con la apertura del parque de proyecciones Petty Park, ubicado en donde hoy se levanta el edificio de Correos.

Para quien no dispusiera de dinero suficiente para acceder a estos espacios, siempre le quedaba la posibilidad de escuchar a las bandas de música municipal y del Regimiento Murcia, que entre las 22 y las 0.00 horas tocaban en la Alameda viguesa.

En la playa de San Sebastián, la casa de baños La Moderna competía con La Iniciadora, pionera en la ciudad en este tipo de establecimientos. El inicio de la Primera Guerra Mundial, a finales del mes de julio, echó por tierra el trabajo de promoción turística emprendido por la Asociación para el Fomento del Turismo, presidida por el vigués Guillermo de Oya. Había logrado atraer turistas holandeses e ingleses, mostrando en sus respectivos países las bondades de Galicia, especialmente haciendo hincapié en el paisaje y en la pesca fluvial.