La gran lección del juicio de Baltar al margen de la sentencia

José Manuel Rubín SIETE DÍAS, SIETE VOCES

FIRMAS

06 jul 2014 . Actualizado a las 06:00 h.

La ignorancia de la obligación de poner al servicio de todos los ciudadanos los puestos de trabajo públicos, alegada por José Luis Baltar en el juicio que le sentó en el banquillo por prevaricación en la contratación a dedo en la Diputación de 104 amigos de sus amigos, es una metáfora del empobrecimiento de Ourense. Si quien llevó el timón de la provincia durante décadas desconocía que una sociedad se vertebra en base al esfuerzo, el talento y la capacidad de sus miembros, ¿qué se podía esperar? Si ignoraba que desde 1978 la Constitución consagra que «los ciudadanos tienen derecho a acceder en condiciones de igualdad a las funciones y cargos públicos», ¿qué se podía esperar? Si el jefe de la provincia reconoce no haber leído la ordenanza que él aprobó en el 2004 y que regula el acceso al empleo público en base a los principios de mérito, capacidad, igualdad y publicidad, ¿qué se podía esperar? Si el líder máximo reconoce su ignorancia en asunto tan básico, ¿qué se podía esperar? ¡Pues que ocurriese lo que ocurrió! Que la sana competición entre los mejores para situarse en los puestos claves para impulsar la provincia de Ourense fuese sustituida por el dedo del personaje que lo movía todo al ritmo de su famoso «¡feito!». ¡Qué paradoja! En la provincia en la que casi todo estaba por hacer la divisa era «¡feito!». Pero, claro, lo que estaba «feito» eran las regalías a unas cuantas familias del Partido Popular a las que se le solucionó el futuro en la misma proporción en la que se hundió el de los ourensanos. ¿Cómo podía prosperar una provincia en la que el talento emigró y la mediocridad se instaló a golpe de enchufes? ¿Cómo podía prosperar cuando era el jefe político el que elegía, al margen de capacidades técnicas, a los trabajadores públicos fuesen estos peones, ingenieros, informáticos o ujieres? Baltar así lo hacía y en el juicio, bien es verdad que más ante la prensa que ante la jueza, se enorgulleció de ese «fallo administrativo». ¿Qué se podía esperar entonces? Pues que Ourense, que tenía 435.579 habitantes cuando él llegó al poder, tenga hoy 326.724, es decir 108.855 menos; que las grandes empresas hayan desaparecido (Caixa Ourense, Citroën, Valeo, T-Solar?); que las que iban a venir quedasen en promesas electorales (coche eléctrico, ciudad del motor?); que más del 70 % de la superficie agraria esté a monte; que el deporte se haya desplomado; etc., etc. Y todo porque en Ourense, con la anuencia de una sociedad complaciente, el talento se penalizó en favor del servilismo y la sumisión. Esa es la gran lección que nos deja el juicio a Baltar al margen de lo que diga la sentencia y al margen de que el fiscal haya advertido, tras años de espectador mudo, que esa política era «perversa» y una «rémora» para Ourense.

Ingeniería Física. La Plataforma pro Campus ha decidido irse de weekend. Estaba encerrada en la universidad ourensana para reivindicar la titulación de Ingeniería Física pero, a pesar de que la semana próxima es básica para la causa, ha optado por darse un respiro y un chapuzón hasta mañana lunes a las doce del mediodía. Es un nuevo ejemplo de movimiento de protesta, con horario de oficina, de lunes a viernes. ¡Ay si Gandhi levantase la cabeza y viese la de gandules que pululan por los encierros reivindicativos!