Monjas de clausura sin fondos salen a la calle a vender dulces

Dolores Cela Castro
Dolores Cela LUGO / LA VOZ

FIRMAS

Alberto López

Quince religiosas lucenses recurren al Banco de Alimentos porque sus ahorros están atrapados en preferentes y la encuadernación ya no les da para comer

15 may 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Con sus ahorros atrapados en preferentes y un descenso drástico en las encuadernaciones, que era el principal ingreso de la comunidad hasta el inicio de la crisis, las monjas salesas de Lugo han tenido que traspasar, de forma temporal, las rejas de la clausura del monasterio de la Visitación para vender dulces artesanos.

La necesidad -son usuarias habituales del Banco de Alimentos- las ha obligado a tomar una serie de medidas, apoyadas por las 15 integrantes de la comunidad, de la que es superiora María Isabel Ortega y la segunda en rango la keniana María Virginia Mbula. El objetivo es conseguir unos mínimos ingresos para afrontar los gastos de un monasterio, que en tiempos fue colegio religioso con 200 niñas. Ahora ocupan una mínima parte del edificio que compraron con los ingresos de la venta a la Xunta del convento que fue derribado en la Ronda da Muralla, donde está el actual multiusos.

La comunidad está acostumbrada a ser autosuficiente y a mantener su independencia y pretenden seguir siéndolo con su nuevo trabajo. Las encuadernaciones, que son su especialidad y que en los buenos tiempos les generaban unos ingresos mensuales de entre 3.000 y 4.000 euros, no cubre ahora sus necesidades. Apenas consiguen unos 100 y solamente de ascensor ya pagan 999 euros cada tres meses.

Antes de empezar a ofrecer en las tiendas de Lugo galletas y bollos de limón, cocadas, mantecadas y panecillos de yema de huevo y licor, intentaron otras fórmulas. Pusieron a la venta purificadores y artículos religiosos que elaboran ellas en el convento. Les fue bien hasta que se saturaron el mercado. Añadieron después incienso, carbón y formas que de las Carmelitas, pero esta última idea constituyó un fracaso.

Ahora lo están intentando con los dulces artesanos y las perspectivas de futuro son bastante mejores. Los elaboran en un horno convencional dos de las religiosas de una comunidad de quince. Ocho de ellas, las jóvenes, proceden de Kenia. De las otras siete españolas la de menos edad cumplió ya los 70 años. Varias de ellas sobrepasan los 90.

Labor comercial

De la labor comercial se encargan otras dos religiosas a las que no les queda más remedio que salir todos los días del convento de clausura para captar posibles clientes. Recorren tiendas pequeñas ofreciendo los paquetes de galletas y dulces de 250 gramos. Ayer, sobre las tres de la tarde, volvieron muy contentas con la recaudación de los 30 vendidos en la mañana.

Su objetivo es comercializar la repostería en el convento a los particulares que se los encarguen y encontrar a alguien que les compre una cantidad, que les permita generar ingresos suficientes. Traspasar las rejas fue una necesidad y están deseando recuperar su vida cotidiana.