«Salvado nos dio otra forma de ver nuestro papel en el mundo»

Juan Carlos Martínez REDACCIÓN / LA VOZ

FIRMAS

SANDRA ALONSO

16 abr 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

La embajadora de Australia en Madrid, Jane Hardy, participó días atrás en el simposio organizado en Santiago para conmemorar el bicentenario del nacimiento del padre Rosendo Salvado e inaugurar la exposición abierta -hasta el 4 de mayo- en el monasterio de San Martín Pinario. La diplomática afirma que el conocimiento y la simpatía por Salvado son crecientes entre los australianos, porque el misionero les legó una nueva forma de relacionarse con su propia historia.

-¿Hay todavía un recuerdo de Salvado en Australia?

-Sí, y tengo la impresión de que la historia de Rosendo Salvado está creciendo. Este conocimiento es importante. Cuenta otra visión del siglo XIX. Es una historia maravillosa. Salvado es una figura con la que hay mucha empatía; facilita a los australianos de origen europeo otra forma de comprender su propio papel en el mundo, y ayuda en muchas facetas: aportó nuevas ideas sobre cómo educar al pueblo aborigen, supo contar historias a través de la música y del compromiso. Su nombre es mejor conocido ahora, porque hace unos años, cuando el último monje gallego murió en Nueva Nursia, se hizo un hermoso documental sobre él, y los australianos se quedaron maravillados al conocer la existencia de aquel bello monasterio español en el despoblado.

-¿Ayudó su enfoque a la integración de los aborígenes?

-Creo que sí ayudó a la gente aborigen. Debemos recordar que en los años 1840 toda la población no aborigen creía que los indígenas luchaban simplemente por sobrevivir. Rosendo Salvado rechazó la idea de que había que erradicarlos. Él, que era un hombre de variadas habilidades prácticas, les enseñó esos oficios para que fueran abandonando su modo de vida nómada y se hicieran un lugar en la cultura europea.

-¿Cómo es la situación actual de esa gente?

-El Gobierno busca vías, desde hace años, para mejorar la vida colectiva, pero aún hay grandes diferencias. Están pendientes cientos de reclamaciones de tierras para conseguir la titularidad. Sus niveles educativos están mejorando, pero la esperanza de vida todavía es diez años más corta que la de los de origen europeo.

-Es usted una estudiosa del arte indígena. ¿Viene de ahí su interés personal por ellos?

-Tengo una conexión familiar con un asentamiento indígena en Australia Central, una misión de origen alemán, ligada al pueblo aborigen conocido como los Aranda del Oeste. Entre ellos hubo un hombre, Albert Namatjira, nacido en 1902, que se convirtió en un gran artista, muy colorista, con una obra muy reconocida. Para mí es un personaje muy importante. Fue muy alabado, pero murió en circunstancias tristes en 1959. Al cabo de diez años, tuvimos un referendo sobre los aborígenes que dio lugar a un cambio enorme: permitió que se reconocieran las cuestiones que planteaban y les otorgó la ciudadanía. Mi interés se centra en la contribución de los valores de los aborígenes a un país multicultural como el nuestro. Cuando yo era una niña y una joven, en los sesenta y setenta, la mayoría de mis amigos hablaban griego, italiano, libanés; eran hijos de inmigrantes. En aquella época yo sabía más sobre las culturas de esos países que sobre la de los aborígenes de Australia. En los ochenta eso comenzó a cambiar. Empezamos a entender las culturas diversas de las distintas tribus. Creo que nuestro multiculturalismo ayudó a esta comprensión.

-En el futuro, por lo que dice, se van a hacer ustedes cada vez más aborígenes.

-Eso espero.