Fernando Agrasar: «Enfadarse es de tontos y demostrarlo más»

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MARCOS MÍGUEZ

19 ene 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

La Escuela Técnica Superior de Arquitectura es su casa. «Vivo en la escuela», sentencia. A los 18 años empezó la carrera y, ahora, a los 50, es el director. «Soy el primero en llegar a dirigirla después de haber estudiado aquí », apunta. Culto, locuaz, elegante... «Lo estético no es superfluo. La belleza es una necesidad. Lo mismo que hay que cuidar el cuerpo, el alma se cuida con la belleza. Vivir en un entorno hermoso ayuda a ser mejor persona», reflexiona desde su metro noventa de estatura Fernando Agrasar Quiroga. Nació en Vigo, donde vive parte de su familia. La otra reside en A Coruña. Su mujer es filóloga y profesora y tienen una hija de 9 años. «Nos casamos y fuimos padres tarde. El buen momento para tener un hijo no existe y nos dimos cuenta tarde», asegura. Le gusta correr y nadar, pero no los deportes de equipo porque se declara «poco competitivo, es mi principal defecto». Hace seis meses se puso a las órdenes físicas de un entrenador personal y confiesa que está encantado: «Es una pena no haber empezado antes».

La importancia de la escuela

Cuando terminó la carrera le prepusieron optar a una plaza de profesor. «Nunca sentí ninguna vocación docente. Decidí probar y descubrí que enseñar lo que sabes es un privilegio. Dar clase para mí es como para los niños el recreo. Tiene algo de histriónico, de teatral. Hay que conseguir que se entusiasmen. Lo más feo es evaluar», analiza. Dice que siempre procuró mantener su actividad al margen de la universidad. Su trabajo se centra en rehabilitaciones, intervenciones, y diseño y comisariado de exposiciones. Le gusta el conjunto de la calle Real y los Cantones. «Es un gran espacio urbano». Y reconoce que «hay cosas que sobran en la ciudad, como las terrazas de María Pita, que es un problema fácil de solucionar». En su condición de director de la Escuela Superior de Arquitectura prefiere no mojarse, pero si que reclama mayor atención para este centro fundado en 1975. «Para las grandes decisiones arquitectónicas no se cuenta con la escuela, donde están los mejores profesionales. Y no solo somos víctimas, también somos responsables, pero es importante que la gente sepa que estamos ahí», destaca.

Actitud ante la vida

Me habla de su pasión por los viajes. «Hay diferencia entre viajar y desplazarse. Me interesa mucho Latinoamérica, y Europa es inagotable. Me gusta volver a los mismos sitios. No soy viajero de espacios naturales», comenta. Otra de sus aficiones es cultivar en los huertos de la Universidad. «En verano salgo del despacho y voy a ver cómo están las lechugas. Se lo recomiendo a todo el mundo». Insiste en que necesitamos belleza, que guardar las formas es un ejercicio estético necesario. «Mi principal virtud es el cinismo. La verdad está sobrevalorada. Hay gente que me cae mal y no lo sospecha», reflexiona este arquitecto de 50 años que reconoce que «muy pocas veces pierdo la compostura. Enfadarse es de tontos, y demostrarlo más».