Los cardenales cambian de coche

María Signo Roma

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EFE

El efecto Bergoglio se impone en el parque automovilístico del Vaticano

28 oct 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

El mundo a los cuatro vientos Italia

El efecto Bergoglio se impone en el parque automovilístico del Vaticano

Que los tiempos están cambiando no solo puede decirlo Bob Dylan, es también la frase que más se oye por los pasillos y estancias del Vaticano. El efecto Bergoglio se hace sentir con fuerza y hasta los más reticentes intentan adaptarse, con más o menos fortuna, a las novedades del pontífice llegado del otro lado del Atlántico. Si cada vez son menos las cruces de oro que se ven en los pechos de obispos y demás prelados, que han sido sustituidas por otras más sobrias en plata o metal, también el parque automovilístico se está renovando con coches más modestos. Todo desde que un cura de un pueblo de Verona le regaló al papa Francisco su viejo cuatro latas de 1984 y con 300.000 kilómetros a sus espaldas.

En el Vaticano existen dos matrículas: la sigla SCV para los automóviles oficiales, y la CV para los de los residentes. Esta última, según los últimos datos, aparece cada vez más en utilitarios de gama media.

Quienes aún van al volante de berlinas de alta gama se apresuran a aclarar que el automóvil o bien es de segunda mano o bien ha sido comprado a un precio rebajado. Como nadie quiere ser cogido in fraganti, se comenta de un alto cargo que tras ser visto bajándose de un automóvil de lujo, se apresuró a aclarar que no era suyo, que solo habían dado una vuelta.

Desde el principio Francisco lanzó un mensaje de sobriedad, sobre todo en referencia a los automóviles: «Me hace daño cuando veo un cura o una monja con una coche último modelo», dijo sin tapujos el 6 de julio a los seminaristas, novicios y novicias que habían peregrinado a Roma para celebrar el Año de la Fe. «Creo que el coche es necesario si se tiene mucho trabajo, si hay que moverse mucho, pero usad uno más humilde. Si elegís uno lujoso, pensad en cuántos niños mueren de hambre. Solo en eso. La felicidad no viene de las cosas que se tienen», afirmó entonces.

Ni corto ni perezoso, pocos días después Bergoglio se fue de visita al aparcamiento de la Santa Sede. Allí se quedó sorprendido de los elegantes y potentes coches de los que se servía la curia para desplazarse entre el caótico tráfico romano. Una auténtica exhibición de las mejores marcas de lujo. Mercedes, BMW, Audi, no faltaba ninguno.

El mensaje a los prelados vaticanos fue captado enseguida, sobre todo cuando el primero en predicar con el ejemplo era Bergoglio. Tras haber rechazado el Mercedes de Benedicto XVI, el papa prefirió usar un Phaeton de Volkswagen que ya estaba en el parque automovilístico del Vaticano, aunque en las últimas salidas se le ha visto bajar de un sencillo Ford Focus con algunos años a sus espaldas. También en la plaza de San Pedro ha habido cambios y ha vuelto el papamóvil abierto que le permite dar la mano y acercarse fácilmente a los peregrinos, para terror del servicio de seguridad.

En sus viajes siempre ha dado muestra de humildad usando medios muy sencillos. Si en la isla de Lampedusa utilizó un viejo Fiat Campagnola cedido por un residente de la isla, en Brasil prefirió un Idea ofrecida por Fiat Brasil, mientras para visitar Asís siguió la máxima franciscana y se dejó ver con un humilde Panda. Sin olvidar el ya famoso Renault 4 de tercera mano regalado por un sacerdote italiano. De todas formas lo que de verdad le gusta a Francisco es ir a pie, y así se mueve todos los días desde la Residencia Santa Marta, en la que vive, a su despacho.

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