El sabotaje del polvorín del Montón cumple 70 años con incógnitas

francisco varela FERROL / LA VOZ

FIRMAS

Angel Manso

Documentos desclasificados avalan la colaboración inglesa en la explosión

14 jul 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Se cumplen 70 años de la explosión del polvorín del Montón, el episodio más importante tras la Guerra Civil. Ya nadie duda que fue un sabotaje, si bien los últimos documentos desclasificados por el Gobierno británico parecen descartar la intervención directa de un comando o agente de sus servicios secretos, como se creyó en algún momento. El historiador Enrique Barrera, que lleva años en la pesquisas, sugiere que los papeles desclasificados ingleses llevan a la conclusión de que no lo hicieron directamente, pero sí diseñaron y asesoraron al autor o autores materiales.

El conocido traductor ferrolano y premio Galicia Fernando Pérez-Barreiro Nolla, fallecido recientemente, decía en una entrevista en este periódico: «Recuerdo sobre todo, de mi época de niño en Ferrol, la explosión del polvorín del Montón. La gente salió corriendo hacia Chamorro pensando que los aliados invadían Galicia».

Ocurrió a las seis de la mañana del 22 de junio de 1943. La primera explosión se escuchó en O Val y siguieron otras hasta media tarde. Cuando acabó todo quedó un enorme socavón donde actualmente se encuentra el vaso de la piscina del Club de Oficiales del Montón. Estallaron miles de kilos de dinamita, proyectiles y otros explosivos y, afortunadamente, no hubo ni una víctima mortal.

Parece que fue una exigencia de la guerrilla o la organización antifranquista que llevó a cabo el sabotaje: que no se produjese ninguna muerte.

El polvorín tenía hasta diez construcciones separadas y enterradas bajo tierra y una a una fueron detonando. Fue una operación muy bien diseñada. Oficialmente -las autoridades franquistas hicieron una falsa investigación- se dijo que había sido un accidente por el empeoramiento de la pólvora. Pero la realidad fue muy diferente.

El soldado pañolero Luis Díaz Rodríguez, que tenía 23 años, fue una pieza fundamental en la operación. Natural de Sarria, su ficha aparecía en el registro del cuartel de Dolores con su nombre marcado en rojo, es decir, políticamente sospechoso. Cuando se inició la investigación y supo que sería descubierto, se pegó un tiro en la cabeza como era habitual entonces.

Los historiadores atribuyen especial importancia a la red de espionaje y colaboración con los británicos creada por Emilio San Miguel Herrero, un leonés que había sido comisario político durante la Guerra Civil. Se movía con el nombre de Juan Martínez Martínez y bajo la apariencia de agente comercial, con actividad en Bilbao, Santander y León, viajaba por todo el norte de España. Se financiaba con dinero británico.

Churchill había prohibido a los servicios especiales británicos realizar sabotajes por ellos mismos en España, pero ello no quería decir que no colaborasen para que los hiciesen otros. Como fue este el caso. Ferrol era el lugar de aprovisionamiento de submarinos alemanes que atacaban los convois que llegaban a Europa desde Norteamérica.

Los británicos tenían gran interés en Ferrol, por tanto. Sin embargo, en marzo de 1942 la detención de Saturno Arias con un listado de contactos ingleses entre ellos Francis Beyew, fue un duro golpe porque cayó toda la red con la que contaban. Fue entonces cuando tomó el relevo Lorenzo de San Miguel, un personaje casi de leyenda que moriría fusilado tras ser detenido meses después de la explosión del polvorín. Su red contó con contactos entre los militares y personal civil de Ferrol y colaboró con la guerrilla, si bien evitando implicarse directamente. San Miguel se movió con cierta libertad porque los franquistas vigilaban sobre todo a los diplomáticos y agentes consultares de la plaza, pensando en que en su entorno estaría el espionaje, mientras San Miguel montaba su red en todo el norte.

Pero la tarea fundamental del espionaje no eran los sabotajes sino facilitar información a los británicos sobre todos los movimientos de buques que entraban y salían de la ría, emplazamiento de las baterías de costa. Lorenzo San Miguel llegó incluso a fotografiar la potente artillería de Prioriño. Porque los aliados no descartaron en algún momento la invasión de la península ibérica por las playas del noroeste, inutilizando la base.