«Fui el primer médico que hizo una citología en Vigo»

Soledad Antón García
Soledad Antón VIGO / LA VOZ

FIRMAS

M. MORALEJO

Apasionado del arte, también fue el aglutinador del movimiento Atlántica

20 may 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Quería ser arquitecto, pero su padre no le dio opción: «Serás médico, como todos» le dijo. Y Román Pereiro siguió la estela familiar y estudió Medicina. Para continuar los pasos de su progenitor, a cuyo lado creció profesionalmente, se especializó en anatomía patológica. Lo hizo en Madrid con uno de los mejores maestros, Pérez Lista, justo antes de pasar una temporada en el Instituto del Cáncer de París. «Era la recta final de los 50, se empezaban a hacer los primeros cultivos celulares y quería ver cómo interpretaban allí ciertas cosas», explica.

Con una maleta virtual cargada de avances médicos -«fui el primero que hizo una citología en Vigo. Entonces todo era muy rudimentario»- regresó a la casa-laboratorio familiar de la plaza de la Constitución, donde nació y donde, tras un paréntesis de 18 años en su atalaya baionesa y unas obras de rehabilitación respetuosas con la esencia del inmueble, ha vuelto a residir hace bien poco.

Tal vez ese regreso es lo que le ha llevado a elegir como rincón favorito el paseo de Alfonso. «Cuando era niño marcaba la línea donde acababa el casco antiguo y se abría el nuevo Vigo. Aquí empezaron los barrios industriales, de aquí salían las líneas de coches para Baiona y A Guarda antes de que hubiera tranvía, aquí está el símbolo de la ciudad...». Pero aún tiene un punto a favor no menos importante, está jalonado por «uno de los grupos escultóricos más bellos de Vigo, los amorcillos que sostienen el escudo de la ciudad de Camilo Nogueira». A juicio de Román Pereiro, salvo contadas excepciones, «en materia de escultura, la ciudad ha tenido muy mala suerte. Hay piezas verdaderamente horrorosas», afirma.

Precisamente el arte ha sido una de las pasiones de Pereiro, pero antes de entrar en ese apartado vuelve atrás para ilustrar con datos que hoy provocan cierto repelús lo rudimentaria que era su profesión en los 50 y los 60: «Empezaban a operarse los tumores cerebrales. El cirujano, con el paciente sobre la mesa de operaciones del hospital, nos iba mandando al laboratorio a través de la enfermera trocitos de tejido para que le fuéramos diciendo si ya había llegado a la zona limpia o tenía que seguir cortando. La enfermera hacía varios viajes. La mayoría de los pacientes, claro, se morían en el quirófano».

Ante la cara de asombro de la periodista, Román Pereiro vuelve al arte: «Mi padre empezó a llevarme a exposiciones desde niño. Creo que la primera fue una de Colmeiro», dice. Durante su etapa de estudiante en Santiago convivió con gente de la cultura, de la que formaban parte muchos miembros de su familia compostelana. Para cerrar el círculo se enamoró de Malena Lepina, hija de uno de los más reconocidos anticuarios.

Sabido es que Pereiro fue el gran muñidor de Atlántica, el movimiento artístico que ejerció de revulsivo para abrir las ventanas a las vanguardias. «El mundo había cambiado, pero Vigo seguía estancado. Por mi profesión iba a casas de ricachos y no veía más que plata y cuadros clásicos.», resume. Lo que muchos no saben es que fue en una de aquellas visitas médicas donde empezó a gestarse Atlántica. «Iba a hacer análisis al padre de Huete y siempre me hablaba de su hijo, que estaba en Alemania». Al final, hizo amistad con el pintor que, a su vez, le presentó a Silverio Rivas, Menchu Lamas, Antón Patiño... El huevecillo eclosionó en 1980, con una primera exposición en Baiona. «Fue un bombazo que removió las conciencias», dice. Tres años más tarde cerraron el círculo en el palacio Xelmirez, tras dar por cumplida la misión.