Parados en el camión solidario

FIRMAS

Carlos Castro

Estos diez voluntarios del banco de alimentos de Lugo que recogen residuos para comprar comidas acudieron al colectivo como usuarios, pero ahora se sienten «muy útiles» ayudando a otros.

15 may 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

En tiempos, la gente humilde que no tenía prados ni hierba seca subía al monte a recoger la flor del codeso, un arbusto parecido a la xesta que nadie quería, para alimentar a ovejas y conejos. Ahora, una decena de lucenses que llevan años en el paro han retomado ese espíritu para comprar comida para el Banco de Alimentos de Lugo, que ayuda ya a más de un millar de familias sin recursos de toda la provincia. Eduardo, que era operario en una fábrica; Edi, que trabajaba en la hostelería; Alberto, que estaba empleado en la construcción; Abel, que era jornalero; Manuel, que era camionero y mecánico; César, que era carpintero; Jorge, que era administrativo; Carlos, Jorge y Ángel, que trabajaba en una factoría plástica, han decidido «volver a sentirse útiles» tras años en el dique seco, buscando trabajo sin éxito.

Del agotamiento, la desesperación y el hastío que llenar las horas «cuando no tienes nada que hacer» -lamentan- han pasado a recorrer a diario empresas, restaurantes, cafeterías y fábricas recogiendo residuos que luego venden a una empresa de reciclaje, Placarsa. Con el dinero que les paga compran alimentos, sobre todo arroz, para donar a quienes aún tienen menos que ellos. La responsable del Banco de Alimentos, Amadora Núñez, destaca que el arroz es el sustento más socorrido cuando hay apuros. «A diferenza da pasta, pódese facer de moitas maneiras. Con verduras, guisado, en branco, en papilla para os nenos con leite...», relata la mujer, que impulsa una iniciativa solidaria que tomó forma en enero en la Asociación de Cooperación e Desenvolvemento Medioambiental O Codeso.

A bordo de «Piolín»

Lo primero que hizo el colectivo fue comprar un pequeño camión de segunda mano amarillo al que apodan Piolín. Relatan que costaba 4.800 euros, pero el empresario que se lo vendió, Ventosinos, de Castro de Rei, se lo dejó en 3.000. «Destinamos unha parte do que nos pagan polos residuos a amortizalo», señala Eduardo. Otra empresa lucense, Happy System, se lo rotuló gratuitamente con la flor de codeso. En su interior transportan lo que otros no quieren, pero que «la voluntad y la necesidad», como subraya Jorge, está transformando en alimentos. Desde cartones y papeles a palés de madera, pasando por latas de refrescos, cristal o plásticos. En este momento se acercan a las diez toneladas mensuales.

«É unha iniciativa moi boa. Colaborando sínteste ben, animado, e non estás tirado na casa coma un parásito», destaca Eduardo.

El sueño de todos es continuar, y si todo va bien y el volumen de residuos crece, constituir una cooperativa que traiga esperanza a su incierto futuro laboral. Por trabajo y ganas no va a quedar.