Rafael Moneo: «Los años de abundancia han dado lugar a exageraciones en la arquitectura»

Javier Armesto Andrés
javier armesto REDACCIÓN / LA VOZ

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La Fundación Barrié organizará la mayor retrospectiva del arquitecto

11 may 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

«No se pueden malgastar recursos y no se pueden cometer errores en los programas»

Pritzker en 1996, con obra por todo el mundo (actualmente construye un laboratorio de neurociencia en Princeton, unas oficinas en Barcelona, un museo en Pamplona y otros proyectos en Italia), Rafael Moneo viaja sin más séquito que él mismo, su traje, sus tirantes y su corbata. A los 76 años -recién cumplidos el jueves-, este navarro de Tudela ha decidido echar la vista atrás en la mayor retrospectiva sobre su obra, que se inaugurará el 24 de octubre en la Fundación Barrié en A Coruña.

-Hay quien dice que el buen arquitecto es incomprendido por las masas. ¿Debemos desconfiar de un arquitecto que le gusta a todo el mundo?

-Ese arquitecto incomprendido tiene que ver con la idea de una arquitectura solo en coincidencia con las vanguardias. La arquitectura está en continuo movimiento y es dinámica, pero es una de las actividades más entendida y asimilada por la gente y las mayorías a lo largo de la historia. La arquitectura no es nunca el resultado solo de la acción del arquitecto, pasa por el filtro y la mediación de quien hace el encargo y quien tiene que usarlo.

-A usted no le gustan los fuegos artificiales, sus obras son discretas. No busca construir iconos.

-En el pasado, la arquitectura se resistía a ser entendida como la obra de un individuo, por su propia naturaleza que requiere tantos escalones, de intermediación, para ir adelante. Hoy a lo mejor se exagera demasiado en esta voluntad de buscar la expresión individual. La arquitectura ha sido capaz de convivir con un lenguaje dentro del cual el arquitecto como individuo era capaz de producirse con cierta originalidad y manteniendo un tono propio; pero siempre dentro de ese lenguaje más colectivo, que muchas veces nos llevaría a rechazar la idea de una arquitectura caprichosa, fruto solo de la pulsión individual.

-¿Cree que esta crisis puede ser una oportunidad para una arquitectura más austera?

-Lo está siendo. Los años que hemos pasado han sido de una abundancia que ha dado lugar a exageraciones, sea en los programas, sea en la pérdida de una relación intrínseca con la economía y la razón, que han estado presentes en toda la historia de la arquitectura. En esa voluntad de hacer de la arquitectura la expresión individual del arquitecto como artista se han echado muchas veces a perder los valores de la arquitectura antigua, que indudablemente habrá que recuperar en algún momento. No pueden malgastarse recursos y no pueden llevarse a cabo errores en los programas o en el servicio que un edificio siempre está llamado a dar.

-Algunos de sus edificios están situados en lugares especialmente sensibles (Kursaal de San Sebastián, balneario de Panticosa...). ¿Cómo aborda el trabajo en esos lugares, porque no son precisamente invisibles?

-Hoy la arquitectura se mueve entre quien defiende el valor y la imposibilidad de escapar de lo genérico. Hay formas de arquitecturas o edificios que hay que entender como idénticos en cualquier lugar de la Tierra: un aeropuerto, un supermercado, un hospital... Son susceptibles de perder ese contacto con el lugar y con la tierra que en general tienen las arquitecturas antiguas. Creo que una arquitectura que tenga presente el lugar, que arranque del reconocimiento de aquello que el lugar reclama, es capaz de mantener una actitud de respeto a lo que es anterior y, al mismo tiempo, tener esos componentes de innovación o de novedad que cualquiera que trabaje en este mundo está en condiciones de ofrecer a la sociedad. El reconocimiento del lugar es previo para la arquitectura con la que yo me siento más cómodo.

-Usted utilizó mucho el ladrillo en sus inicios en proyectos como el Bankinter o el museo de Mérida, pero hoy en día ha sucumbido ante el hormigón.

-El ladrillo ha estado asociado a una idea de arquitectura realista y es verdad que en los años 60 y 70, cuando se construyó Bankinter, todavía se podía contar con una mano de obra capaz de hacer del ladrillo el vehículo de una construcción simple y definitiva. Hoy, la industria de la construcción quiere hacer de los atributos y parámetros industriales su razón de ser, y eso explicaría la importancia que tienen los paneles metálicos o el vidrio. La idea de una arquitectura que se elabora en taller, que se monta y que trabaja con procesos industriales ha hecho que en las ciudades se vean materiales diferentes a los tradicionales. El arquitecto no puede vivir ajeno a lo que son los medios de producción de aquello para lo que trabaja.

-Su aeropuerto de Sevilla no parece un aeropuerto. No hay esa estética industrial.

-Lo primero es reconocer su escala, más bien pequeña. Es un aeropuerto en el que hay que dar al viajero la sensación de estar en la ciudad, y de ahí que haga tanto hincapié en la importancia que tiene el jardín en Sevilla, los naranjos. El propósito de las cúpulas es reducir la luz en una ciudad en la que el sol casi hace daño a los ojos.

«La arquitectura no es nunca el resultado solo de la acción del arquitecto»