Habrá que darte, estimado empresario, exdelegado de Sanidad y exgerente del CHUO, la enhorabuena por asumir que una de tus empresas usó el untamiento, esa pócima con la que algunos empresarios mueven voluntades políticas. Nadie lo había expresado con la rotundidad que tú lo hiciste al confesar (¡y ante un juez!) que la empresa Troncoso Saludges, de cuyo 75 % eras dueño, le hizo «algún regalo» al exalcalde Paco Rodríguez (¡aún no salió de los de Vendex y ya lo meten en los de Troncoso!) y a la edila Marga Martín. Reconocer que tu empresa los untaba (la RAE le da a untar el significado de «corromper o sobornar a uno con dones o dinero») es todo un signo de valentía en tiempos de corrupción generalizada. Me asaltan unas dudas: ¿Aprendiste la eficacia de los untamientos durante los muchos años que fuiste político a las órdenes de Manuel Fraga? ¿Te untaban los que contrataban con el CHUO cuando tú eras el gerente? ¿Untaste a los que te dieron los contratos que hoy disfrutas con la Xunta? Como intuyo que dirás que no, te animo a que tires de la manta. No recuperarás el crédito perdido (los ciudadanos saben que tan corrupto es el que unta como el que se deja untar) pero serás como Portabales, aquel narco que revolucionó el nauseabundo mundo de la droga, o Falciani, el extrabajador del banco suizo HSBC que alborotó el repugnante mundo de la evasión fiscal. Agita tú el repelente mundo de la corrupción política y termina la labor que inició ese Robin Hood del siglo XXI que es Gonzalo Jácome que con su denuncia de los tejemanejes del gobierno honesto (Áurea Soto, dixit) ha provocado que Ourense tenga el primer untador arrepentido. Nos has abierto, José Fermín, los ojos. Los políticos juran que están en política por amor al pueblo y tú nos descubriste que lo hacen por el untamiento que encuentran en el Ayuntamiento.