Las monjas convertirán el antiguo noviciado de Armenteira en una fábrica de jabones

Rosa Estévez
Rosa Estévez VILAGARCÍA / LA VOZ

FIRMAS

MARTINA MISER

El proyecto pasa por rehabilitar una estructura que ahora está arruinada

10 abr 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

«Ora et labora». Esa es la regla que rige la vida de las ocho monjas cistercienses que habitan entre las pétreas paredes del monasterio de Armenteira (Meis). La comunidad, que debe sostenerse a sí misma, lleva años financiándose con la elaboración y venta de jabones artesanos. «Nosotros vivimos de nuestro trabajo», explicaba ayer la hermana Ana, «y necesitamos lugares para desarrollarlo». Por esa razón, la comunidad religiosa empezó a pensar, hace ya tiempo, en restaurar el arruinado noviciado y centralizar en él todos los trabajos derivados de la fabricación de jabones artesanos. El proyecto, largamente acariciado, ya ha sido formulado y presentado ante las diversas administraciones para recabar los permisos necesarios.

El camino ha sido largo. «No ha sido fácil, no, porque estamos hablando de un BIC (Bien de Interés Cultural)», explicaba ayer la madre superiora de la comunidad monástica. Y eso ha exigido elaborar una propuesta que respete al máximo las características del conjunto arquitectónico, sin alterarlo ni distorsionarlo. Los trabajos se realizarán, además, con un cuidado exquisito ya que los controles arqueológicos y artísticos serán férreos, como siempre que se toca el entorno de un BIC.

El proyecto «es de una envergadura tal que la comunidad por si sola no podría asumirlo, sería inabarcable para nosotras», explica la hermana Ana. De números contantes y sonantes no quiere hablar, pero en cuestiones de desembolso económico sí quieren agradecer la colaboración de otras congregaciones y monasterios «que nos están ayudando». También han recibido una pequeña ayuda del Concello de Meis. Esta administración ha decidido bonificar las licencias que deben conceder a la congregación para poder obrar. Y la razón de esa bonificación es clara: «Este proyecto conlleva la restauración de una parte del convento, y a nosotros nos interesa que el convento se conserve y se encuentre en las mejores condiciones posibles», explicaba ayer, rotundo, el alcalde de Meis, José Luis Pérez Estévez.

Y la mejor forma de que el cenobio se conserve en buen estado es que siga habitado. Lo dice la historia: en 1837 los monjes lo abandonaron, empujados por la Desamortización, y el edificio acabó convertido en una ruina. Dejó de serlo gracias a la Asociación de Amigos de Armenteira, que allá por los años sesenta apostó por recuperar el edificio, al que la vida volvió por fin en 1989, de la mano de un grupo de monjas procedentes de Alloz, en Navarra.

La congregación, formada ahora por ocho hermanas, ha encontrado en la elaboración de jabones artesanos, entre los que destacan los elaborados con aceite de camelia, una necesaria vía de ingresos. «Nos enseñó otra comunidad. Ahora es lo que tenemos y lo que cuidamos», explica la hermana Ana. De ahí el proyecto para el noviciado, del que pretenden seguir sacando «un buen jabón» y quien sabe si alguna que otra crema. Desde Armenteira, estos productos encontrarán su camino hacia el mercado de las formas más dispares: a través de la portería del monasterio, a través de Internet y hasta en alguna showroom de la calle Serrano.