«As nosas campás teñen un toque peculiar. Se soa mal, non é nosa»

maría santalla VILAGARCÍA / LA VOZ

FIRMAS

MARTINA MISER

Hace cuatro siglos que esta familia da sonido a los campanarios gallegos

14 oct 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

campaneros enrique López, «chicho»

Entrar en el taller de Ocampo Artesanos en Arcos da Condesa es como meterse de lleno, sin las páginas de un libro por medio, en Los pilares de la Tierra, como volver al siglo XII y visitar a quienes dieron forma con sus manos a la imponente catedral de Santiago. Mientras el sonido de un móvil no interrumpe ese sueño, el visitante descubre entre herramientas, polvo y piedras ennegrecidas por el fuego, el valor del trabajo exclusivo y del conocimiento atesorado durante siglos, que se traducen en armoniosos sonidos que se propagan desde más del 90% de los campanarios de Galicia.

Enrique López hijo, Chicho, trabaja con su padre en ese taller, Ambos son hoy los guardianes de más de 400 años de tradición en la familia. «Desde 1630 estamos en Galicia -relata-. Antes eramos nómades e traballabamos polo norte de España, alí onde nos chamaban para construír unha campá». Cansados de su vida errante, decidieron asentar su hogar en Arcos da Condesa, y allí levantaron dos talleres antes de que, hace unos doscientos años, construyesen el que hoy todavía les da cobijo en la plaza Loyola de Palacio de esa localidad. Por el momento, la continuidad del oficio no está asegurada, pero Chicho asegura que «se hai traballo e teño fillos, ensinareilles, e despois que decidan eles». Decidirán como él decidió un día, después de probar otras cosas, volver al taller con su padre.

México, Nigeria o Madrid

Desde Arcos da Condesa salen campanas hacia todas las partes del mundo. Sus badajos suenan en México, en Nigeria, en la catedral de La Almudena, en Madrid y, por supuesto, en todos los rincones de Galicia. Su cuño, que utilizan desde el siglo XIX, está impreso en buena parte de las campanas gallegas, y otras muchas, construidas con anterioridad, pueden identificarse por los dibujos que tienen grabados. «Polas cruces sábese, porque son feitas cunha plantilla e coñécense», explica Chicho. De hecho, en el taller guardan una campana que data del año 1670 cuyo dibujo es idéntico al de la que Enrique prepara, recién salida del horno, para que pronto suene en un campanario de Trazo.

Hasta llegar aquí, ha hecho falta un largo proceso de tres meses que Chicho explica así: «Tes que facer tres moldes de cera. Un para facer como vai ser a campá por dentro. Outro cos debuxos que vai levar e outro de como vai ser por fóra. Despois sepáranse os tres e vólvense colocar o primeiro e o último e énchese de metal a parte do medio». El siguiente paso es el fundido, y para ello disponen de un viejo horno de ladrillo que funciona a base de leña: «Os moldes entérranse aí nese burato e fúndense». Después, se eliminan los restos de la fundición y, una vez colocado el badajo, la campana ya está prácticamente lista para su colocación.

Pueden ser de diferentes tamaños -«a máis grande que fixemos é a da Almudena, de 2.500 kilos, o tamaño xusto desa porta, para que puidera saír»-. Y de tres formas: «a esquilón, máis longas, á romana, máis anchas, e entre tallas». Cada una tiene su peculiaridad: «A esquilón soa moi ben, pero non chega tan lexos».