¿Déficit público o déficit fiscal?

FIRMAS

22 abr 2012 . Actualizado a las 06:00 h.

l problema crítico de España no está en el déficit público, sino en el endeudamiento de los agentes privados (bancos, empresas y hogares). Miramos solo para aquel, aunque el privado sea de triple envergadura. Y al mirar solo para aquel dejamos que la morosidad, el creciente desempleo y la recesión conviertan al que se decía modélico sistema financiero en una bomba de relojería, bomba que amenaza con acabar en un banco malo o en deuda pública. Deuda pública que nada tendrá que ver con el manido comodín de los gastos de bienestar que se desbocan.

Y aun cuando solo se hable de un déficit público que hay que bajar en 50.000 millones de aquí a finales del año que viene (según exigen el BCE y la Comisión), se olvidan dos cosas. La primera, que los gastos públicos españoles (incluidas sanidad y educación) se sitúan en 66.000 millones de euros por debajo de la cifra que resultaría de ajustarnos a la media europea de gasto público en relación a la riqueza.

La segunda, que los ingresos públicos en España se sitúan en 86.000 millones por debajo de la recaudación media, en relación a nuestro PIB, del conjunto de Europa. En ambos casos son cifras oficiales de la Comisión Europea, en sus series macroeconómicas de otoño del 2011, sobre ingresos y gastos públicos.

Quiere esto decir que entre economías sumergidas, defraudaciones varias y beneficios fiscales dejamos de ingresar una cifra muy superior a todo el ajuste que se nos reclama. Nuestro déficit público es un auténtico déficit fiscal; no está causado por un exceso de gastos. Si en el BCE y en la Comisión hubiese otro modelo que el de la terapia de shock, se nos debería marcar un calendario de supresión de nuestro déficit fiscal en cinco años y no un ajuste draconiano -que nadie cree factible- del déficit público.

En este enfoque los recortes y repagos (que no cesará el Gobierno de poner encima de la mesa) descargarán el coste del déficit fiscal -y del muñido negocio de la deuda- sobre los costaleros del sistema. Trabajadores asalariados y pensionistas que no provocan déficit fiscal son, con estas medidas, los que pagan los platos rotos. Mientras esto sucede, amplios sectores de autónomos, profesionales y empresarios siguen sin declarar a Hacienda (como rendimientos netos) ni la mitad del gasto familiar que de hecho se pueden permitir.

En ausencia de estos ingresos, y con esas opacidades fiscales, todas las medidas que el Gobierno aprueba (repagos de fármacos según renta de asalariados o pensionistas, becas concedidas, matrículas universitarias gratuitas, recargos en la tarifa del IRPF, congelación de gastos en dependencia, de salarios públicos, etcétera) se traducen en una galopante inequidad que castiga aún más a los costaleros del sistema. Mientras tanto, los que causan el déficit fiscal se ven, incluso, premiados con las nuevas medidas, pues siempre parecerán menos ricos que los costaleros.

Ausencias y opacidades que el Gobierno trata con cariño cuando brinda una amnistía fiscal para las rentas acumuladas por los defraudadores, mientras -ver para creer- amenaza con un plan antifraude. Como el lector puede observar, estamos ante un ejemplar, modélico y equitativo reparto social del ajuste.

Entre economías sumergidas y fraudes dejamos de ingresar una cantidad superior

Asalariados y pensionistas, que no provocan déficit fiscal, pagan los platos rotos

E