Pontevedra nutre de conservadores a los principales museos del mundo

María Conde PONTEVEDRA / LA VOZ

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Exalumnos de la Escola de Restauración trabajan en talleres de prestigiosas sedes

11 mar 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

La Escola de Restauración e Conservación de Bens Culturais de Galicia es un centro joven. Cumple precisamente este 2012 veinte años. Pero ya posee un importante legado repartido por todo el mundo: sus alumnos, hoy convertidos en profesionales cuya valía es reconocida en museos tan prestigiosos como el Victoria & Albert de Londres, The Hispanic Society of America en Nueva York, el Museo Nacional de Praga o los nacionales MACBA de Barcelona y el Museo de Altamira entre otros.

Más de una decena de estudiantes que se beneficiaron de las prácticas concertadas por el centro pontevedrés con reconocidas sedes museísticas, están trabajando en esas o en otras de igual raigambre en la actualidad. A las citadas hay que añadir el Instituto de Patrimonio Cultural de España, el IVAM de Valencia o en Galicia el CGAC, el Museo Arqueológico de Ourense o, por supuesto, el de Pontevedra. Otros centros que en su día acogieron a estudiantes fueron el Pompidou, El Prado, el Guggenheim o el Thyssen. Y en Abu Dabi un alumno trabaja para una prestigiosa corporación cultural.

«A muchos les perdimos la pista -cuenta Antón Sobral, que era jefe de estudios cuando comenzaron las colaboraciones- . Y otras veces nos sorprendemos, por ejemplo cuando fuimos al Instituto de Patrimonio Español, donde están ya tres estudiantes. Poco a poco van quedándose».

Dos alumnos fueron los primeros en pedir estas prácticas a los tres años de arrancar el centro. «Una de ellas -cuenta Sobral- quería ir al Reina Sofía y así lo pedimos. Nos dijeron que sí. Y luego estuvo en el Pompidou. Al año siguiente el número de estudiantes se amplió a cuatro, y luego las prácticas se extendieron a todos los que acaban la diplomatura cada curso, que son una treintena. Unos van para pintura y escultura y otros para arqueología».

Sobral destaca la respuesta positiva que siempre han dado las instituciones a las solicitudes y en muchas ocasiones, de los tres meses iniciales de prácticas, estas se amplían a seis y luego aparecen los contratos de trabajo. A partir de ahí, los alumnos se mueven. «Tenemos esa suerte, pero además ya tenemos la fama -agrega el profesor-. Era una satisfacción por ejemplo recibir cartas de Pilar Sedano, que fue responsable del taller de restauración de El Prado, diciendo que nuestros alumnos eran los mejores de España». Y sonríe diciendo que «es como cuando colocas a un hijo».

El centro pontevedrés, segundo en crearse en España tras el de Madrid, fue además pionero en este tipo de colaboraciones. «Al principio ellos no mandaban a ningún sitio a los alumnos -señala- y después comenzaron a hacerlo pero solo con sedes de Madrid, al igual que hacen en Barcelona. Los que vamos a todo el mundo somos nosotros».