En la biografía de Tomás Gómez Franco todo parece marcado por las circunstancias excepcionales. Empezando por su nacimiento en la localidad holandesa de Enschede, en el año 1968, y culminando con dos récords al alcance de muy pocos. En el 2003 se convirtió en el alcalde más votado de España en democracia en municipios de más de 50.000 habitantes, al revalidar su cargo de regidor de Parla (Madrid) con el 75,5 % de los sufragios. Pero ocho años después, en mayo del 2011, obtuvo el peor resultado de la historia del PSOE en la Comunidad de Madrid al perder con estrépito las elecciones autonómicas ante Esperanza Aguirre.
Ayer se recuperó de aquel tropezón, que constituye en realidad la única derrota política de un hombre con fama de ganador. Bien lo sabe Alfredo Pérez Rubalcaba, que fracasó en su intento de descabalgarlo como candidato del PSOE de Madrid para las pasadas elecciones regionales. José Luis Rodríguez Zapatero, José Blanco y el ahora líder de los socialistas le lanzaron un órdago para que cediera el puesto a Trinidad Jiménez. Se negó, forzó unas primarias y derrotó a todo el aparato de Ferraz. Aquello fue para muchos el inicio del fin de Zapatero. Y el arranque de la carrera de Gómez como líder de proyección nacional entre los socialistas. No fueron pocos los que lo animaron a dar el paso de retar a Rubalcaba en el pasado congreso socialista. Pero prefirió esperar. Aunque en público no mostró preferencia, su apoyo a Carme Chacón era obvio.
Casado y sin hijos, Gómez lucha contra su fama de hombre frío y desconfiado. Característica esta última necesaria para sobrevivir en las aguas procelosas del PSOE de Madrid, dividido desde hace mucho en mil familias. Desde su llegada a la secretaría general en el 2007, tras el escándalo del tamayazo que acabó con Rafael Simancas, los críticos, que copaban los cargos institucionales, trataron de hacerle la vida imposible. Pero manteniendo un estilo personalista de dirigir el partido, Gómez acabó imponiéndose hasta lograr ayer un nuevo triunfo.