En 1991, Whitney Houston era una de las estrellas del momento. En enero había cantado en la Superbowl consiguiendo que el himno norteamericano entrase por primera vez en las listas de éxitos. Estaba a punto de estrenar El guardaespaldas y convertirse en un mito. Fue entonces cuando la artista de Newark, esta tierra que acogió a tantos gallegos, recaló en A Coruña. Lo hizo para las fiestas del Rosario, el concierto se celebró el 6 de octubre en el Coliseo y ha pasado a la historia porque Sky Channel lo retransmitió a toda Europa.
Fue un montaje espectacular, en toda regla, como recuerda Ramón García-Barros, entonces director del coso coruñés, porque «había jirafas y travellings para seguirla por todo el escenario. Eso no se veía por aquí con mucha frecuencia». Una retransmisión en directo de estas características no podía dejar nada al azar. Y ella cumplió. Salió vestida de negro, con un mono de terciopelo ajustado y una chaquetilla torera -era su única actuación en España, y encima en una plaza de toros- y el pelo corto. Muy delgada, muy guapa y con dos enormes guardaespaldas que no la dejaban ni a sol ni a sombra.
La artista cautivó al público desde el primer minuto, pero al terminar el concierto no sucumbió a las peticiones de bises. Tras gritos y aplausos, salió al escenario con una escueta toalla blanca enrollada al cuello diciendo que estaba afónica, que no podía forzar más la voz. Claro que justo con la última canción el regidor de Sky Channel le había avisado de que la retransmisión se había terminado.