Un museo de leña en la Panadería do Tres de Vilarmaior

VILARMAIOR

MARCOS MÍGUEZ

Detrás de los hornos de este templo del pan se esconde el secreto de su éxito: 160 toneladas de maderas de todo tipo con las que cocinar sus producto a fuego lento

16 mar 2021 . Actualizado a las 11:29 h.

Estamos en la rebotica de la Panadería do Tres, un negocio al que el paso de los años dota de ese valor vinculado a la experiencia y la tradición. Aquí se despachan unos 300 kilos de pan al día, cifra que se dobla los fines de semana, en parte por las visitas que llegan desde Ferrol siguiendo el rastro de este pan recién hecho. Pero, insistimos, no estamos aquí para hablar de pan, ni tampoco de sus ingredientes directos, sino del material que le da ese punto de distinción. José Luis Miño nos enseña la madera almacenada, perfectamente apilada, con un orden tal que recuerda una de esas bibliotecas de doble fondo y estanterías correderas. Estamos antes 160 toneladas de madera, si bien solo presenciamos la mitad. Es el combustible para un año de trabajo en Pan do Tres, teniendo en cuenta que la repostería se realiza tirando de electricidad convencional. José Luis, un hombre grande, ancho, con una barba que recuerda a un personaje bonachón y voluminoso, se queda pequeño cuando posa junto a este museo de la flora gallega. Enumera los tipo de árbol aquí representados: «Hay roble, abedul, algo de eucalipto, castaño, a veces también si cuadra algo de acacia, que es muy buena madera». Y el panadero matiza que, junto con el roble y la encina, la acacia es la que tiene una combustión más lenta y, por lo tanto, mejor resultado ofrece al pan que sale de estos hornos, fundados hace más de 66 años por sus padres, Antonio Miño y Josefa Seijas, y su tío, Andrés Miño. Sirva esta cita de homenaje a quien levantó un negocio en tiempos nada fáciles. Hoy José Luis y su mujer, Marisa París, defienden, junto con sus empleados, la calidad de su producto ante barras cocinadas o descongeladas con el estrés de nuestros días. Y la madera es clave. 

Pero detrás de este muro vegetal también se esconde una circunstancia que despierta aún más cariño por este negocio. Transcribimos, sin aditivos, las palabras de José Luis: «Hay un vecino que compra madera para Ence y los aserraderos y también nos vende troncos por tonelada a nosotros. Cuando lo vamos necesitando los serramos, y para ello buscamos a un vecino de la zona que esté en paro, le hacemos un seguro por dos o tres meses y creamos un beneficio en nuestro entorno». Nos despedimos viendo en las cestos roscas del tamaño de una rueda, cocinadas a fuego lento. El panadero nos regala una frase de su padre: «Para un panadero es más necesario tener leña seca que un cuarto de baño».