Juan Sánchez, conserje del CPI Atios, de Valdoviño: «Sen os nenos correndo e berrando polo pasillo falta todo no colexio»

ANA F. CUBA VALDOVIÑO / LA VOZ

VALDOVIÑO

En el colegio, Juan hace de todo y de ahí le viene el apelativo de manitas por parte del personal de cocina
En el colegio, Juan hace de todo y de ahí le viene el apelativo de manitas por parte del personal de cocina JOSE PARDO

En los 26 años que lleva en el centro, este cedeirés se ha ganado el cariño de todo el alumnado, las familias, los docentes o el personal de cocina

19 mar 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Por qué se hizo conserje? «Foi unha casualidade moi grande», responde Juan Sánchez Balsa. Nació en Cedeira hace 54 años comenzó a trabajar con poco más de 14 en el sector forestal, y antes de cumplir los 18 se enroló en un pesquero (su padre era marinero). «Empecei ao mar o 19 de agosto de 1985, botei dez ou once anos e fixen oito campañas do bonito», explica. Pero en un temporal acabó en el agua y poco después perdió parte de un dedo en un accidente a bordo. «Dixen ‘non vou esperar ao terceiro'». Dejó la pesca y se hizo albañil, de la mano de su suegro. «E despois entrei en Astano, de pintor».

Entretanto, «un rapaz da Marina» le comentó que iban a salir plazas de conserje, se presentó, aprobó y tras un año de interino —«volveu o exame e daquela xa estudei máis»— se hizo con la plaza del hoy CPI Atios, de Valdoviño. Sus compañeras de la cocina del centro, con las que comparte mesa los jueves, le llaman «el conserje manitas» y desvelan que, si por él fuera, comería a diario caldo o guiso. «As cociñeiras son as que me fan o pinchiño a media mañá», agradece.

Juan se quita méritos: «Eu fago de todo... o que me mandan». Tanto si hay que cambiar el suelo de un aula como reparar la manilla de una puerta o una persiana, colocar una mesa, pegar el zapato roto de un alumno o arreglar la cremallera de una mochila. La rampa de acceso a la entrada principal es obra suya, y a él acuden ante cualquier imprevisto en el aula o en cualquier otro rincón del edificio escolar.

Los despistes con el timbre

Entre las funciones de este funcionario del Concello de Valdoviño figura el mantenimiento del centro. Juan se ocupa del interior, con varios trabajos de albañilería, y mantiene a raya la hierba alrededor del edificio. Ahora ya no es él quien abre el colegio cada día, por el servicio de madrugadores. Entra a las 8.00 horas y, salvo los jueves, cuando acaba a las 18.25, sale a las 14.30. De cerrar las puertas al final del día se ocupa el personal de limpieza. Una de sus tareas es tocar el timbre: «Antes esquecíame, nun momento que te colle despistado... e agora téñoo automatizado».

Juan, conserje del CPI Atios desde hace 26 años, trabaja rodeado de 524 menores: «Aos máis pequeniños non os coñezo a todos, pero se me ven fóra de aquí, me miran e me saúdan, xa sei que son do colexio». Destaca el buen comportamiento de todos: «Aquí non ves unha pintada, son pequenos responsables... non rompen nada. É un centro moi tranquilo». Su única batalla diaria es contra los chicles y los papeles de los chicles que aparecen tirados.

Reconoce que el bullicio y el ruido de la entrada y la salida de clase cansan, pero en seguida echa en falta la algarabía diaria: «Cando acaba o curso digo ‘moito me tardaba', pero aos dous ou tres días... sen os nenos falta todo, sen os pequenos correndo e berrando polo pasillo, e eu dicíndolles ‘non berredes'...». Su relación con el profesorado también «é moi boa», igual que con los padres —«coñezo a moitos»—.

Juan recuerda los inicios, hace 26 años, con Delfina Bañobre como directora (después la sustituyó Antonio Cebreiro, que continúa). Durante años pasó «moitas horas» junto a la fotocopiadora: «Teño feito moitas fotocopias, cando a máquina ía plin plan, plin plan... Agora traen o material no pen drive e xa imprimen desde o ordenador. Aínda hai algún profesor que recorta e pega e fai copias, pero a maioría xa non».

La pandemia, lo más duro

Lo más duro llegó con la pandemia, «gastando» las rodillas en pegar cintas en el suelo para delimitar los carriles de entrada y salida, pintar los patios con rayas y flechas, y diseñar los carteles informativos... Además de rellenar los dispensadores de gel hidroalcohólico o ventilar. «E eu polo menos saía fóra e podía baixar un pouco a mascarilla. Os profesores e os nenos non podían, e cada profesor tiña que limpar as mesas das súas clases, abrir ventás, cerralas... Foi o follón máis complicado que vivín aquí en tantos anos».

Aún queda alguna docente de las que ya estaban cuando él se incorporó, «Mari Carmen Hermida e Candi da Mota», y hay exalumnos que ya tienen a sus hijos en el centro. Juan, muy contento con su oficio, evoca sus años escolares y al conserje de su colegio, el CEIP Nicolás del Río (Cedeira). «Chamábase Eusebio, era un señor maior... e eu era medio traste», comenta entre risas. Cuando sale del colegio, parte del tiempo lo dedica a una de las aficiones que conserva desde jovencito, los bonsáis.