Marcela González: «Subo el pan a la puerta de casa, los domingos me junto con 500 barras»

Bea Abelairas
Bea abelairas FERROL / LA VOZ

VALDOVIÑO

CESAR TOIMIL

Hace nueve años, cuando cerró la panadería en la que trabajaba, inició este oficio

26 may 2018 . Actualizado a las 17:56 h.

Marcela González Pérsico lo tiene claro: «Estoy segura, cuando me muera mis vecinos van a decir que era una gran trabajadora». Esta argentina de 56 años no duerme más de cinco horas cada noche para levantarse al alba y recoger en las panaderías las barras artesanas que después lleva a las puertas de sus clientes: «No cobro más por ello, es un servicio que doy al cliente, subo el pan a la puerta de cada casa. Los domingos me junto con 500 barras y entre semana se lo llevo a unos 150 clientes», dice sobre un autoempleo que se le ocurrió hace casi una década, cuando cerró la panadería en la que trabajaba en Valdoviño. Precisamente en este municipio ha ido sacando adelante otros negocios a costa de mucho esfuerzo: «Tengo una pizzería, La Morriña, un bar y una tienda que atiende mi hijo, pero en la que ayudo cada vez que puedo».

Marcela convierte en lujo muchos desayunos de casas de Ferrol y de la comarca, porque cuando se despiertan sus clientes ya tienen colgada en la puerta una bolsa con su pan favorito recién llegado del horno. Buena parte son personas mayores que viven en edificios sin ascensor y que muchas jornadas ni bajan a la calle. «Como llego tan temprano de muchos portales tengo las llaves -explica-, para que los niños se puedan llevar al cole los bocadillos con bollitos de leche, porque los que yo tengo son de leche de verdad», matiza una repartidora muy exigente con su producto. Tanto que prueba cada pieza nueva que incorpora a su repertorio de mercancía en la que no faltan pasteles, tartas o empanadas.

A veces tiene que alquilar una furgoneta a mayores para poder cargar con todos pedidos y siempre anda muy concentrada para no equivocarse: «Es que por ejemplo los fines de semana son muchas barras y tengo que hacer el reparto con mucho cuidado», cuenta una mujer que asegura que en Valdoviño está feliz. «Tengo otro hijo que sigue en Argentina y siempre me dice: ‘Mamá, has encontrado tu lugar en el mundo’ y creo que es así, me gusta esto mucho, tal vez porque mi padre era gallego, pero cuando puedo me escapo a la playa y pienso que cada atardecer es una postal nueva, un regalo», relata emocionada y muy agradecida con la acogida de clientes, amigos y vecinos. «Hay algo que quise dejar claro desde el principio, yo vine a trabajar y eso hago», recalca en torno a las doce de la mañana en una cafetería de Esteiro, donde Marcela termina uno de sus recorridos, pero no su jornada laboral. En rato comenzará su labor en los dos establecimientos hosteleros que regenta, sin descuidar la tienda que lleva su hijo veinteañero y que se trajo de Argentina cuando tenía solo nueve años.

363 días al año

«Mi pequeño tiene una casa cerca y me escapo a dormir una hora cuando puedo, pero para el cierre tengo que estar. A mi cama llego sobre la una de la madrugada», relata sin perder la sonrisa Marcela, cuyo despertador suena a las cinco y media durante 363 días cada año. «Es que solo descansamos el 25 de diciembre y el 1 de enero», dice sin tono lastimoso alguno, con otra sonrisa.

El servicio. Marcela González Pérsico lleva el pan a la puerta de sus clientes, pero no les cobra más por ello. Solo hay que solicitarlo en el número 608767747.

La clientela. Personas mayores o familias que desean pan fresco para los bocadillos de sus pequeños o simplemente para desayunar temprano