La antigua Bazán organizaba salidas en verano para los productores, con Ráfales al volante del autobús

CRISTÓBAL RAMÍREZ FERROL

VALDOVIÑO

ASPA

Valdoviño fue, a finales de los 50 y principios de los 60, la playa por excelencia de los trabajadores

04 dic 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Valdoviño fue, a finales de los 50 y principios de los 60, la playa por excelencia de los trabajadores de la entonces Bazán. Era también la playa de moda, la de la gente bien y la de los primeros madrileños que empezaban a asomarse al Atlántico durante las vacaciones, que entonces se cogían de un tirón, todas juntas. Y a Valdoviño iba el autobús de Bazán, con un chófer muy querido al volante, Ráfales.

El arenal era tan peligroso como lo es hoy, y se decía que todos los años se ahogaba algún madrileño, sobre todo alguno de aquellos que, ignorantes de cómo se las gasta el océano, se atrevían a ir nadando hasta A Percebelleira, el islote que está casi en el extremo norte. A una buena cantidad de aquellos irresponsables hubo que sacarlos mal que bien, y más de uno, en efecto, dejó allí su vida.

Las familias con niños se dirigían por lo general a la playa Pequeña, mucho más resguardada de los vientos y de los embates. Nadie sabía -y si lo supieran les iba a dar igual- que por su cara norte está cerrada por una punta en la que dos mil años atrás se construyó un castro, hoy muy comido por el mar.

No era habitual recorrer todo el playón, pero sí ir dando un paseo hasta la laguna. El canal de comunicación con el mar estaba abierto, y allí, sin riesgo, se bañaban los más pequeños. En alguna ocasión -cosa de las mareas- había nécoras por doquier, que lógicamente algunos cogían para llevarse a casa y comerlas. Ninguna algarabía: el marisco abundaba.