
Con sus cabras y ovejas forman @nosagranxa, un proyecto en San Sadurniño que siguen miles de personas por redes sociales
25 may 2024 . Actualizado a las 20:24 h.Cinco hectáreas, una de ellas cortada y preparada para empezar con la repoblación de árboles autóctonos, y diez animales, tres cabritas y siete ovejas —Pepa, Lola, Paca, Milagritos, Elvis, Marisol, Rula, Julia, Garbanzos y Curro—, además de perros y gatos que rescatan, integran Nosa Granxiña (@nosagranxa). Es el proyecto de la joven pareja ferrolana que forman Sandra Martínez (Ferrol, 1995) y Jose Piñeiro (Ferrol, 1995).
Todo comenzó hace cuatro años, al filo de la pandemia. La casa de la abuela de él, ubicada en San Sadurniño, se quedó vacía, así que se lanzaron «a probar» esa experiencia de vivir en el rural que tanto habían barruntado. «Al mes empezó la pandemia, así que ¡no nos quedó más remedio que nos gustase!», bromea Sandra.
Ahora, cuatro años más tarde, se definen con mucha retranca como «intento de granjeros» y triunfan con su cuenta en Instagram @nosagranxa, en la que muestran su vida diaria aprendiendo en el sector agropecuario, un proyecto al que han llegado tras darle un giro de 180 grados a sus vidas. «Compramos dos gallinas por la ilusión de tenerlas, pero, aunque no teníamos ni pajolera idea, nos enamoramos completamente y no volvimos a la ciudad», reconoce Sandra.
Se conocieron cuando estudiaban juntos en el Tirso. «Yo me fui a Salamanca a estudiar derecho. Volví a Ferrol, hice un máster y un posgrado», explica. Su marido trabaja en un barco. Y esa «primera toma de contacto» con el campo les cambió la vida. «Aún hay esa mentalidad de ‘Sois muy jóvenes para dedicaros al campo'. Y, de primeras, seguimos el camino establecido. Pero es algo que siempre nos gustó a los dos. Jose tuvo más contacto con el campo porque sus tíos y abuelos se dedican al campo, son de San Sadurniño, pero yo no. Solo tenía contacto los fines de semana cuando iba a ver a mis abuelos», explica Sandra.
Al final, con la idea de montar su propia granja e impulsar una repoblación, compraron su propia casa, justo al lado de la abuela. «Y ahí empezamos ya fuerte con el proyecto y a dar la turra en las redes sociales. Al principio cree la cuenta realmente para enseñar lo que hacía a mis compañeros de facultad, porque sabía que les iba a hacer gracia, y a mi hermana, que vive lejos», reconoce.
Fueron montando su granjita con muchas casualidades. «Las cabras nos las regalaron los amigos cuando nos casamos, las ovejas eran de un conocido que se iba a deshacer de ellas, los gatos llegaron igual, y las perras las fuimos a buscar cuando las dieron en adopción», recuerda Sandra. Lo compaginan con la plantación y repoblación de la zona. «Vivimos rodeados de eucaliptos a lo bruto», lamenta la joven.
«Las cabras nos las regalaron los amigos cuando nos casamos y las ovejas eran de un conocido que se iba a deshacer de ella»
En los últimos meses ha ido creciendo su popularidad en las redes sociales. «El bum ha sido en los últimos ocho meses. Pasamos de tener unos 6.000 seguidores a 26.000. Y yo a veces ni me doy cuenta, salgo como soy, haciendo el tonto y mi madre muchas veces me llama después para advertírmelo», bromea Sandra.
Granja escuela virtual
Han ido dando forma a su sueño gracias, también, a la ayuda inestimable de dos vecinos, Josefa y Xavi. «Aquí estamos cinco casas y ellos nos fueron enseñando todo. Josefa nos ponía clases, por ejemplo ‘hoy vamos a aprender a plantar tomates' o ‘hoy cambia la luna, hay que plantar esto otro', un conocimiento que hemos perdido las nuevas generaciones», valora. De ahí surgió la idea de volcarlo a la web y nació el proyecto de granja escuela virtual. «Lo estamos desarrollando. Queremos plasmar esos aprendizajes de antes, desde recetas para, por ejemplo, aprender a hacer pan o convertir un litro de leche del Carrefour en queso, a cómo plantar o cómo recoger la cosecha, pero que tú, si vives en un piso y solo tienes una planta de fresas, lo puedas aprovechar», defiende.
Recibe el cariño y el interés de gente joven a través de las redes sociales. «Me encanta cuando la gente me escribe que ha recogido sus primeros tomates por mí», comenta Sandra. De hecho, a sus amigos les encanta ir a visitarles y disfrutar del entorno que están creando.