Maxi Castilla, defensa del CD As Pontes y escritor: «Hay mucho de poesía en el fútbol»

Maxi Castilla (Montevideo, 29 años) acaricia el balón y las palabras, como si las jugadas que inicia en el campo las continuara sobre el papel, o al revés, como si las palabras le derivaran al césped. Es futbolista y poeta, como Agustín Lucas, uruguayo y amigo, con quien descubrió que ambas pasiones pueden convivir. Corre tras la pelota desde niño y, ya como profesional, formó parte de clubes de primera (Miramar Misiones) y segunda división de su país. Hasta que en 2019 se trasladó a Ibiza, donde se quedó hasta 2022. Allí rascó 49 de los 50 poemas que componen su primer libro, Entre algodones, botines y corazones, que ha publicado con su propio sello, Gambeta Cartonera, una editorial que reutiliza cartón para las tapas, un proceso artesanal del que salen ejemplares únicos.

De la isla regresó a Montevideo y en agosto volvió a cruzar el océano para enrolarse en el CD As Pontes. «Es una de las posibilidades que te da el deporte, conocer otros lugares, otras culturas y otros tipos de fútbol. Es parte del aprendizaje, la capacidad de adaptarte», señala. La poesía es refugio: «Me ayuda y me acompaña, es otra vía donde poner la atención y la mente. Si solo jugara al fútbol, sería mucho tiempo libre dándole paso a pensar de más o extrañar de más».

Su pareja y su bebé, Roma, de seis meses, comparten su aventura pontesa desde hace unas semanas. «Por suerte ya están acá, ya estamos instalados [...], en principio toda esta temporada y ya iremos viendo si se puede renovar [...]. La idea es estar bastante tiempo en Galicia, en España», apunta. Cuesta, y tal vez sea absurdo, explicar la poesía. La de Maxi Castilla es «muy terrenal, cercana a lo que sucede en el día a día». Le gusta escribir sobre lo cotidiano, y en su primera obra hay poemas dedicados a sus compañeros de equipo, sus amigos, de amor, de desamor... «Hay mucho de poesía en el fútbol, hay belleza en un gol, el gesto técnico, cómo puso el cuerpo, el movimiento... igual que vemos el arte en un bailarín», subraya.

«Las cosas están, pero es como la tierra, si no se rasca no brotan...», sostiene. Él se afana en rascar en el vestuario —«sabemos lo que representa, hoy y ayer, ojalá mañana no, esa estructura de masculinidad»— y surgen brotes. «Cuando te acercas a un compañero con un libro, lo primero es una risa de incomodidad, nunca burla, y en el momento en que te abres y le explicas lo que haces, ya empieza a decirte que una vez le escribió algo a una novia... sucede esa comunicación, un puente que se crea para que te puedas acercar, y para mí eso es maravilloso. Hay mucho de poesía en el fútbol —repite—, el sentido de pertenencia a un equipo, su historia, más allá de estadísticas y números».

Maxi no para de escribir. «Ese tiempo que me pongo a rascar poesía o participo en algún evento [literario], me pongo entre paréntesis en la vida, apenas sé mi nombre y mi edad, lo disfruto de tal manera que desaparecen las preocupaciones», confiesa. El 22 de diciembre presentará su poemario (disponible en Instagram, @2mcastilla, y Facebook, Maxi Castilla), en la biblioteca de Pontedeume, donde el público infantil podrá pintar la portada del libro, un dibujo silueteado a la espera de que alguien lo llene de color. En As Pontes lo hicieron los jugadores de fútbol base.

Antes que nada se declara lector, de Benedetti, Galeano, Lucas —«fue quien me impulsó a este mundo, en una charla con 15 años»— o el argentino Leandro Gabilondo, a quien descubrió en YouTube durante la pandemia, en Ibiza, luego conoció en Uruguay y hoy es amigo. Aparte de un nuevo libro, Maxi proyecta un volumen de cuentos escritos por gente que juega o ha jugado al fútbol, en colaboración con una editorial cartonera de Brasil.

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