Alberto Boquete López: «La receta de los callos no la sabe ni mi socio»

PONTEDEUME

Alberto Boquete
Alberto Boquete MARCOS MÍGUEZ

Tiene 30 años y es copropietario de la Mansión 1783 en la Marina y propietario del Afterwork en Emilia Pardo Bazán

31 ene 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Le sobra moral. Ni siquiera en estos momentos se resigna. «Si cierro del todo no me equivoco si digo que la facturación va a ser cero. Y no me quiero quedar en casa llorando. Así que servimos café, bizcocho casero o el pincho de tortilla para llevar. Y los sábado y domingos no pueden faltar los callos. Es una cuestión de cabezonería. Los hago yo. Compro las especias en Bernardino, pero hago mi mezcla particular. Va todo medido y pesado, hasta la sal. La receta no la sabe ni mi socio (Javier Pardo) y no se la doy a nadie», asegura Alberto Boquete López. Tiene 30 años y es copropietario de la Mansión 1783 en la Marina. Llevan 18 meses abiertos y no se puede decir que haya sido un camino de rosas. «A nosotros ya nos cerraron el enero pasado, así que en todo este tiempo solo tuvimos seis meses normales», destaca. Abrieron en julio del 2019 en las imponentes Casas de Paredes y se toparon con Patrimonio. «Tuvimos que cerrar para solucionar algunas cosas. Cuando dieron el visto bueno ya estábamos con las restricciones», relata Alberto. Una apuesta tan ambicioso que hizo que mucha gente les preguntase cómo era posible. «Hemos escuchado historias de socios capitalistas, de que somos hijos de millonarios y hasta que el dinero salió de negocios turbios... Lo cierto es que el proyecto lo íbamos a llevar a cabo en el edificio de Labase, pero nos enamoramos de este inmueble», resume.

Del barrio del Orzán

Me cuenta que su abuela paterna regentaba hace muchos años la frutería Imperial en el Orzán. «Después lo convirtió en el bar Impe. Creo que de ahí me viene la vena hostelera. Lo fundamental me lo enseñó ella, que es ser amable y conseguir que la gente pase un rato agradable». El Orzán es el barrio de referencia de este coruñés que estudió en los Salesianos, A Sardiñeira y Eusebio da Guarda. Después cursó hostelería en la escuela de Pontedeume. «Empecé a trabajar con 16 años en la cervecería Xolda de Maestro Mateo. Me harté de preparar tortillas y raxo. Hice las prácticas en el Alborada, y también estuve en el Siboney, La Tahona...», recuerda. Dice que lo que más le gusta es la relación con el cliente y «tener una idea y llevarla a cabo». Acaban de lanzar su propio vermú. «La receta también es secreta, como la de los callos», asegura.

Futuro incierto

Adicto a la cafeína y apasionado de la coctelería, es de los que disfruta preparando un buen combinado. «Mi favorito es el Negroni y entre los destilados ahora mismo me quedo con el whisky irlandés. Colecciono botellas de ediciones especiales», asegura Alberto, que también es propietario de otro local que lleva meses cerrado, el Afterwork de la calle Emilia Pardo Bazán. «Se creaba un ambiente muy familiar y cercano y no sé qué va a pasar en el futuro. Intento ser positivo, pero viendo como empezó el 2021 y el ritmo de la vacunación, lo veo negro. Confiaba en la vacuna para poder llegar al verano más o menos bien, aunque no fuese al cien por cien, pero... O cambia mucho la situación o va estar muy flojo», reflexiona este joven hostelero que explota un local situado en un lugar privilegiado. «Sí, pero no llegan trasatlánticos, ni vienen turistas ni creo que vengan y parte de nuestro negocio está ahí. Una de las plantas de La Mansión está dedicada a eventos que no podemos hacer... El verano lo veo gris y si no se puede trabajar un poco bien no sé los que van a aguantar. Necesitamos una etapa algo buena para hacer peto», explica. Tiene pareja desde hace 11 años. Dice que duerme poco porque es más nocturno que diurno, pero tiene que madrugar y entonces «solo estoy en la cama 4 o 5 horas. Por la noche me vienen ideas a la cabeza y les doy vueltas. Por ejemplo, se me ocurrió plantar árboles en unos terrenos de la abuela en Montouto. Es algo que me encantaría». Le gusta viajar y, si pudiese, estaría toda la vida con la maleta a cuestas. A la hora de comer hay dos platos que le vuelven loco, la tortilla sin cebolla tipo Betanzos y los chipirones en su tinta con arroz. Alberto no pierde el ánimo ni la costumbre de preparar lo callos dominicales con su receta secreta.