
El cauce superior se ha convertido en una selva rodeada de eucaliptos
18 jul 2020 . Actualizado a las 05:00 h.El Covés es un río pequeño, muy pequeño. Uno más de los que recorren Galicia. Dos kilómetros tan solo ladera abajo. Nace en el medio de ese monte viejo cuyo aplanamiento superior acoge al castillo de Nogueirosa, término municipal de Pontedeume, en la amplia y emboscada zona que figura en los mapas con el nombre de As Carballás. Desemboca a un kilómetro justo de esta villa medieval, casi donde remata su estupendo paseo fluvial que bordea los últimos metros del Eume. Así pues, es un humilde afluente del Eume.
La idea para los aventureros consiste en descenderlo desde sus fuentes, en la parroquia de Andrade y no muy lejos de la mencionada fortaleza, hasta que rinde sus aguas. Pero para ello hay que ser eso, muy aventurero, porque todo el cauce superior se ha convertido en una auténtica selva autóctona rodeada, desde luego, por miles de eucaliptos. De hecho, raya lo imposible encontrar su manantial.
Así que la recomendación es o coche o bicicleta. Hay que ir de Pontedeume a Esteiro —o sea, por la carretera que va a Caaveiro y que deja a la izquierda la gasolinera local—, y ahí, en el kilómetro 1, tomar la pista que arranca siempre ascendente a la diestra, para subir hasta unas casas llamadas A Viña, dejarlas atrás y al centenar de metros desviarse a la derecha por otra pista que, sin grandes desniveles, se mete en un bosque. A los 300 metros se cruza el Covés. Esa es la primera toma de contacto, en un paraje muy agradable.
Buscando el Eume
Sigue hasta dar con una carretera y girar dos veces a la diestra, para tomar otro desvío a la misma mano a los 300 metros y meterse en otra pista paralela a la anterior, buscando de nuevo el Covés, que se va a encontrar tan emboscado como antes. Esa pista acaba en O Silvar y A Cruz, un cruce por el que ya se ha pasado al principio, al subir desde Esteiro. Hay que descender buscando la ribera del Eume y, justo antes de la iglesia de Nosa Señora do Campo, girar a la izquierda un centenar de metros, entre casas, para encontrar de nuevo un río tímido, con abundante agua en temporadas pero muy estrecho.
Marcha atrás y a la desembocadura, en Esteiro —de ahí el topónimo—, y con el final feliz. Porque la conocida Cantina no Río Covés, bañada justamente por ese río, funciona ya a toda máquina, con las medidas higiénicas pertinentes. Y es que ese edificio hoy emblemático de la buena gastronomía pontedeumesa fue en otros tiempos un astillero desde el que se construían y botaban pequeños barcos, que se bautizaban precisamente en un río Covés entonces más navegable que ahora. Un edificio, en suma, con mucha historia y merecedor de una visita.