-¿Qué tienen de especial los mómaros de Pontedeume frente a los gigantes de otras localidades?
-Una de las cosas que los caracteriza es que los brazos no son rígidos, sino móviles, porque son de tela y están rellenos de serrín. Gracias a eso los gigantes pueden hacer molinetes con los brazos y los que los llevan guardan mejor el equilibrio. Los que salen actualmente son del año 80 y fueron adquiridos a una empresa de Zaragoza. Al llegar aquí, les desmontamos los brazos que traían, que eran tiesos, y se los cambiamos por los de serrín. Gracias a eso, en Pontedeume, el mómaro y la mómara no se limitan a desfilar, sino que protagonizan una especie de baile muy frenético. Dan vueltas, se golpea uno contra el otro... En fin, que se les mete mucha tralla y por eso es tan importante restaurarlos año tras año.
-¿Y a nivel sentimental? ¿Qué significan estos muñecos para los eumeses?
-Ni te lo puedes imaginar. Para la gente de Pontedeume, el momento más importante de Las Peras es el día 7, a las doce del mediodía, cuando los mómaros y cabezudos salen en desfile del Concello. Para nosotros, ese momento es como el chupinazo de San Fermín. La gente acude en masa para presenciar el desfile y los niños se ponen como locos al verlos. Es tal la pasión que este año hicimos camisetas con las caras de los mómaros y arrasaron. Se vendieron muchísimas, sobre todo las de talla infantil.