La residencia de Aspromor: el primer año de un objetivo cumplido en Ortigueira

ANA F. CUBA ORTIGUEIRA / LA VOZ

ORTIGUEIRA

Los usuarios de la residencia, el centro de día y el ocupacional, y el personal forman una gran familia
Los usuarios de la residencia, el centro de día y el ocupacional, y el personal forman una gran familia CEDIDA

Hay 18 usuarios y urgen a la Xunta a licitar las diez plazas aún vacantes

30 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

A Christian Fernando, ferrolano de 18 años —«ahora soy de Ortigueira, que me empadronaron aquí», precisa—, le gusta leer el periódico, tanto la sección de deportes como la de economía, e incluso ha ojeado el especial sobre el 140 aniversario de La Voz de Galicia. Lidia es de San Román, en O Vicedo, tiene 33 años, es fan de Gayoso (en su habitación hay una foto dedicada por el presentador) y una de las encargadas de mantener en perfecto estado las plantas del invernadero, junto a su hermano, Miguel, de 50. Fina nació en A Pedra (Cariño) y es la abuela, aunque prefiere no desvelar su edad. Aclara que, en realidad, ella nació en Ortigueira, puesto que aún no se había producido la segregación.

Mary Carmen, originaria de Vilarmaior, es la segunda de más edad, con 64 años. Christian, vigués de 19, un chico mañoso y trabajador, forma parte de la plantilla del taller de reparación de plásticos. Margarita es de Neda y tiene compañeros de la Illa de Arousa, Cuntis, Betanzos, Cerceda... En la residencia de Aspromor (Asociación Pro-Minusválidos de Ortegal) conviven 18 personas (ahora mismo son 17, a la espera de que la Xunta asigne la vacante). Son 15 plazas públicas (licitadas por la Administración autonómica) y tres privadas, y aún faltan otras diez por sacar a concurso, hasta completar las 28 de que dispone el centro, en funcionamiento desde hace un año, con una educadora, Esther Caaveiro, y seis cuidadoras.

Los usuarios gravemente afectados, con más necesidades terapéuticas y de apoyo, comparten habitaciones de dos; y los demás, de tres. Pero todos, cada uno en función de sus capacidades, están integrados en esta gran familia que es Aspromor. La puesta en marcha de la residencia culminó un camino (que a la vez representa un punto de partida) que se empezó a recorrer en 1984, cuando se creó la asociación; en 1997 consiguió terrenos para construir el centro ocupacional y en 2016 finalizaron las obras de la residencia y el centro de día, aunque los primeros usuarios no llegaron hasta el 2 de noviembre de 2021.

«Un equipo de primeira»

En 2016 asumió la presidencia Maribel Lorenzo. «Se existe Aspromor é porque hai unha necesidade e un equipo de traballadores de primeira», subrayaba entonces. «Maribel cogió esto cuando nadie creía en este proyecto, creyó en los trabajadores y tiró adelante, está ahí para todo lo que la necesitamos, es muy luchadora, siempre da la cara. Si no hubiera confiado en el equipo [hubo quien se descolgó, pero la mayoría continúa] Aspromor no estaría funcionando», recalca María José Fojo, directora técnica y una de las personas que más han tirado de este carro. Araceli Blanco es la gerente, puesto al que se incorporó no hace mucho, aunque lleva años colaborando.

La puesta en marcha de la residencia requirió una inversión de unos 80.000 euros, financiados con cargo al convenio suscrito con el Concello de Ortigueira y con la aportación de una organización privada. «Hubo que adecuar el edificio, el ascensor, la sala de calderas, la lavandería, el gas de la cocina... estaba todo sin instalar», cuenta Fojo. «El proyecto residencial es la vía de supervivencia de Aspromor», sentencia Blanco. De ahí que urjan a la Xunta a licitar las diez plazas libres. La aportación autonómica por cada usuario (de la residencia y del centro ocupacional) constituye el principal sostén económico de Aspromor, que hoy cuenta con una plantilla de 20 personas,18 fijas, y que lleva años viviendo al límite.

El centro ocupacional

El centro ocupacional es otra de las patas de este proyecto, con 20 usuarios, de 18 a 62 años, un taller de reparación de envases plásticos —los principales clientes son concellos y entidades privadas, y tiene un nuevo encargado, Manuel Novo, «muy dinámico», elogian Blanco y Fojo—, uno de fregonas —trabaja para Gadisa, con Aline Riola, educadora del centro, al frente— y uno de jardinería, con un invernadero-tienda dirigido por María Isabel Fustes, con apoyo de Sandra López.

La directora técnica resalta la importancia del taller de fregona, «porque permite diversificar tareas y da cabida a usuarios con distintas capacidades, es muy motivador». De hecho, un día a la semana, esta labor se traslada a la residencia. Del invernadero resalta «el reporte económico [las ventas no paran de crecer], la imagen social y la apertura que supone, porque la gente ve trabajar a los usuarios, orgullosos de poder desarrollar una actividad de economía real».

En cuanto al centro de día de la residencia, con 21 plazas, por el momento solo hay un usuario, con plaza privada, puesto que la Xunta todavía no las ha licitado, pese a la demanda. Para la residencia hay lista de espera. «Mucha gente [personas de la zona que tuvieron que irse a otras residencias] quiere venir aquí porque sabe que es pequeña, lo que permite una atención directa y una integración mayor en el pueblo. Van a las actividades culturales, salen a tomar el chocolate, a la piscina, al gimnasio, a cargar el móvil o a la farmacia, son conocidos, hacen amistades...», indica Fojo. Siempre en función de sus capacidades y con autorización.

Las responsables del centro trabajan en coordinación con las familias o las fundaciones que tutelan a algunos residentes (unos pasan los fines de semana en casa y otros viven siempre aquí). «Lo bueno es que sabes lo que le ocurre a cada uno, siempre prima la autonomía, adaptada a sus capacidades, que salgan, que aprendan a gestionar el dinero [reciben una asignación semanal de 5 euros], a ahorrar para comprar algo que les gusta», señala la gerente.

También reciben visitas, y el día 2, cuando se cumple el primer año de la residencia, invitarán al resto de usuarios a su salón. «Como hacemos todos cuando tenemos una celebración», resalta Fojo, que apuesta por la inclusión en esta gran familia.