Sin bancos ni cajeros automáticos

ANA F. CUBA ORTIGUEIRA / LA VOZ

ORTIGUEIRA

Cedida

Los vecinos de la zona rural son quienes más sufren la exclusión financiera, con el cierre de oficinas y el recorte de días y horarios de atención presencial

24 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La falta de oficinas físicas en el entorno es una de las razones de la exclusión financiera, definida por el Instituto Nacional de Tecnologías Educativas y de Formación del Profesorado como «la dificultad o incapacidad para acceder a todos o algunos de los servicios financieros ofertados por entidades autorizadas». En abril de 2020 cerró la única oficina bancaria que funcionaba en Espasante (Ortigueira), del Banco Santander, y un año después, retiraron el cajero automático. Los más cercanos se encuentran en Ortigueira, a casi nueve kilómetros, y O Barqueiro, a diez.

Este verano, Dolores Vázquez, responsable del hostal, cafetería y restaurante Las Palomas, en Espasante, se vio obligada a facilitar efectivo a los turistas: «Mucha gente te pide dinero y que se lo cobres de la tarjeta... eso nos cuesta comisión y consta como un ingreso cuando no lo es». Cuenta que la gente mayor echa mano de sus hijos para afrontar los gastos diarios, «hasta que tienen con quien ir a Ortigueira».

Ramón Peña, panadero en esta misma localidad, sin opción de cobro por TPV (terminal de punto de venta), tuvo que fiarse de dos personas que no disponían de efectivo y les permitió el pago por transferencia. «É unha limitación grande non ter nin sequera caixeiro, e se mandas á xente a Ortigueira perdes ese movemento no pobo. A dixitalización está ben, pero hai un problema coa conexión a Internet», apunta. La brecha digital es geográfica, con un claro agravio para residentes en zonas con deficiente cobertura, y generacional.

Con un transporte público deficiente, a dos octogenarias de Ortigueira con cuenta en el Sabadell Gallego no les queda más remedio que pagarse un taxi a As Pontes, a más de 30 kilómetros, o a Viveiro, a más de 40, para realizar sus gestiones bancarias, tras la desaparición del centro físico. El pasado 21 de julio se clausuró la sucursal de Abanca en Cerdido. Las más próximas están en Moeche, a siete kilómetros, y solo dos días a la semana de atención al público; Cedeira, a diez; y San Sadurniño, a 19. «Deixou un caixeiro que non permite facer ingresos, unha complicación máis para os negocios. Estamos pelexando a ver se o modernizan. Tiña 700 e pico clientes, aos que abandonou», denuncia el alcalde, Benigno Galego.

«Un retroceso grandísimo»

La banca electrónica tampoco es una opción para Jesús y Teresa, vecinos de Cerdido de 83 años. «Están indignados», cuenta su hija, Ana Belén, esteticista. «A xente maior estaba afeita a desprazarse ata Felgosas para ir ao médico [facían cadrar o día do sintrom], á farmacia e ao banco, cobrala pensión. Moitos non se manexan coa tarxeta e pídenche que lles fagas ti a operación, aínda que case non te coñezan. E se vas ás oficinas de Moeche ou San Sadurniño, a partir das once tampouco podes pagar na caixa nin sacar cartos. Isto é un retroceso grandísimo, parece que teñen que ir pedindo de xeonllos os cartos que son deles», critica.

«Cheguei un día a San Sadurniño cunha persoa maior e había seis fóra esperando, na beirarrúa. A ver como vai ser no inverno. Os maiores están enfadados, e con razón», corrobora José Vicente Breijo, taxista en la zona. Unas sucursales cierran y otras restringen al mínimo los servicios presenciales. Manolo Varela, concejal de Desenvolvemento Rural de San Sadurniño, alerta de la creciente «deshumanización». En As Somozas, Abanca solo atiende los miércoles y los viernes. Y en Monfero, los lunes. Los vecinos temen la clausura. «Mentres non poñan caixeiro non poden», sostiene Iris. «Está sentenciada», opina Francisco.

«En Monfero non hai outro banco, está na Ponte da Pedra, a xente maior vai cobrar a súa pensión e despois vai ao supermercado. Eu mesmo vou buscar penso para os pitos e aproveito para sacar cartos. Todo fai pobo, e se empezamos a quitar servizos cada un vese obrigado a arranxar a súa vida como pode [uns tirarán para Irixoa, outros para Pontedeume e outros para Miño], e non hai comunidade. A xente maior non sabe usar o caixeiro, todo isto é un desprezo para o pobo», reprocha Francisco.

Las explicaciones del sector

Fuentes del sector bancario explican la «reorganización» de la red de oficinas «para adecuar el modelo comercial a las nuevas demandas de los clientes, con el fin de ofrecerles un mejor servicio, y a la tendencia generalizada hacia oficinas más grandes y con una mayor capacidad operativa». Añaden que algunas de las sucursales cerradas «contaban con un volumen de operaciones muy reducido, en alguna la media era inferior a seis al día, el 70 % se podían realizar en cajero y la distancia media a la oficina alternativa es de seis kilómetros». La media se parece poco a la real, en los casos citados.

«En una situación de rentabilidad baja, con unos tipos de interés en negativo, las entidades tienden a reducir costes [...], y las localidades con menos población son las primeras en caer. Antes se abrían oficinas en cada aldea y hoy la tendencia es al modelo digital y la atención telefónica», apunta otra fuente vinculada al sector. Algunas entidades han optado por la figura del agente colaborador, con atención presencial por personal autónomo y funciones idénticas a las de una sucursal, y menor gasto para el banco.

Más clientes en cooperativas

La exclusión financiera, que amenaza, sobre todo, a la zona rural, preocupa a los vecinos y a los concellos. Caixa Rural Galega, con un modelo de negocio distinto al imperante en el sector, confirma que ha recibido peticiones de «muchos ayuntamientos» para abrir oficinas. En la comarca también se percibe un progresivo trasvase de clientes de la banca convencional a las cooperativas con sección de crédito, como la de Vilaboa, en Valdoviño.

«Si que o notamos, co peche de Cerdido temos bastantes solicitudes de alta de socios dese concello, e incluso de San Sadurniño e Moeche, maiores e rapaces que escapan polas comisións. A banca electrónica non é accesible para moita xente, que tampouco pode pagar a contribución a través do caixeiro. Nós atendémolos persoalmente, axudámoslles e damos a posibilidade de acudir todos os días pola mañá e pola tarde, e os sábados tres horas pola mañá», indica el gerente, José Ameneiros. No todo el mundo se resigna a la exclusión financiera, «pero hai que non ten outra que adaptarse», advierte Ana Belén.