Sharon Shannon contagió toda su energía al público del Mundo Celta

ANA F. CUBA ORTIGUEIRA / LA VOZ

ORTIGUEIRA

La acordeonista irlandesa Sharon Shannon, durante el concierto.
La acordeonista irlandesa Sharon Shannon, durante el concierto.

La Escola de Gaitas de Ortigueira celebró su cuarenta aniversario con un concierto especial y la proyección de fotos de diversas etapas de la entidad

19 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

«Unha noite magnífica», resumió Luis, ortegano, «dos fieis ao festival». Las gaitas escocesas abrieron boca, el viernes, antes de que el público se emocionara con los fundadores del Festival Internacional do Mundo Celta. La Escola de Gaitas de Ortigueira celebró su cuarenta aniversario con un concierto especial -las gaitas «muy bien afinadas», varios temas con batería y la compañía dos parejas de baile de la Asociación Cultural Trepia (Pontevedra)- y la proyección de fotografías de las distintas etapas y personas que han pasado por la entidad, mientras interpretaban una alborada que forma parte de Ortigueira suite, una composición de Ernesto Campos convertida en himno del festival.

Con la irrupción de Cristina Pato en el escenario regresó la Tolemia, título de su primer disco, que presentó en la Alameda ortegana hace 16 años. El público, que poco a poco fue llenando la explanada, tardó en reaccionar al gesto desgarrado y la fuerza de la gaiteira. Hasta que sonó la Rianxeira -«é a primeira vez que a interpreto en público en 17 anos de carreira», confesó- y los festivaleros se vinieron arriba. Tanto que acabaron bailando la muiñeira, siguiendo las instrucciones de Pato, un taller en su «estilo merengado», como lo calificó. Y el aturuxo acabó de poner a la gente en alerta.

«Viva Ortigueira, viva a gaita galega!», se despidió Pato, para quien «o máis bonito deste festival é ese sentimento de comunidade que se crea desde que se chega». En la transición, hasta que apareció en el escenario Sharon Shannon -la gran acordeonista irlandesa de aspecto frágil que contagió su energía al público del Mundo Celta-, (igual que en las anteriores), en las pantallas laterales del escenario se proyectaron anuncios de Gadis, patrocinador del festival, junto a Estrella Galicia, un chute de identidad que deleitó a gallegos y foráneos.

Alguna pareja veterana bailó agarrada al ritmo de la flauta irlandesa. «Esto es enorme, genial», gritaba Blanca, una joven estudiante madrileña. «Entiendo la música celta como mía y este concierto me está fascinando», añadió, en su estreno en el Festival de Ortigueira. «Me está sorprendiendo y lo que más me ha llamado la atención es que sea gratis, es increíble, con este nivel». Delante del escenario ondeaban ya varias ikurriñas, para recibir a Xabi Aburruzaga, virtuoso de la trikitixa, un pequeño acordeón que ya había sonado en este mismo lugar el año pasado.

La noche discurrió pausada, con las terrazas llenas; los folkies desperdigados por el espigón del puerto deportivo, la nueva zona verde creada junto al paseo marítimo y la playa (gigantesco orinal masculino en marea baja); olor a chorizo frito y a kebab de pollo, mojitos y cerveza. «Vivir es no pensar», escribió Paola, toledana, en un cuaderno prestado. «Vivamos como galegos», coreaban mientras tanto cuatro jóvenes de Ourense. «Es el ambiente del Mundo Celta, esa onda de buen rollo que te engancha», explicó Juan Luis, otro devoto. «¿A quién le importa si somos cien mil o veinticinco?». Grandes, en cualquier caso.